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jueves, 19 de abril de 2018

LCP. Cap. 75: LA GRAN RENUNCIA MAASAI DEL s. XX. LA GRAN REUNIÓN (última parte)


Ikoneti se acercó al centro de la asamblea. Se colocó junto a la hoguera, como previamente lo habían hecho Purko y Kanyi. Espero a que los murmullos se acallaran y comenzó en un tono normal, lejos de la arenga que había hecho previamente Kanyi.

-Sé cómo las usan ellos. No sólo hay que apretar el gatillo y salen las balas. Hay que apuntar y dar en el blanco. Y eso no es tan fácil, creedme. -hubo un murmullo que nadie sabría calificar si de aprobación o de reproche. Ikoneti prosiguió- Y cuando se acaban las balas, ¿qué se hace? Ir a por más balas. Ellos las tienen a millones. Nosotros tendríamos que robarlas. Ellos las producen muy lejos de aquí, y las traen aquí en inmensos barcos, tan grandes como montañas. Y si solo fueran rifles y balas. ¿Alguién ha pensado en cañones? Disparan balas mucho más grandes, que explotan y pueden destruir un enkang entero. Nosotros nunca podríamos tener, aunque robáramos, cañones suficientes para luchar contra los que ellos tienen. Y en la época de Elbejet sólo estaban las armas de fuego. Pero desde entonces, tengo entendido que esos países que ahora nos piden que renunciemos al robo de ganado de nuestros vecinos, ya se han enfrentado en dos contiendas que han implicado a todo el mundo. Y de las cuales, la primera fueron testigos nuestros abuelos y la última hemos sido testigos nosotros. Aquí no lo notamos mucho, pero nos cuentan que en sus terrenos originales han destruido ciudades tan grandes como nuestro monte sagrado (M. Kilimanjaro). -un murmullo de sorpresa, angustia y desesperación recorrió toda la asamblea- Nunca les venceríamos en un combate abierto. Ellos tienen más capacidad, más fuerza y más resistencia militar.

Grupo de guerreros maasai, de morani

El 1ª Batallón de Fusileros Inniskilling sirvió dos veces en Kenya, de 1953 a 1955, y de 1960 a 1963.

Ikoneti calló por un momento. Toda la asamblea estaba en silencio. Las caras eran de tristeza, de desánimo.

-Por otro lado, nadie ha pensado en que, a veces, es necesario renunciar a una de nuestras tradiciones, aunque sea muy querida, para preservar el resto de nuestra cultura. No podemos luchar contra el signo de los tiempos. Han llegado a esta tierra pueblos nuevos. Pueblos distintos. Pueblos a los que no podemos someter, como al resto. Siempre será mucho mejor vivir en acuerdo con ellos, conservando todo lo posible nuestra cultura, que estar enfrentados y ver como nos hundimos en la miseria o, peor, como nos masacran. Hay algo que debemos aprender. A pesar de nuestras tradiciones y nuestras costumbres, la vida siempre va hacia delante. ¿Hay alguien aquí que pueda decirme que ha conseguido retroceder diez años, cinco años, un año en su vida? -Ikoneti paró un momento para esperar una respuesta. Por supuesto, nadie le respondió- Preguntad a los laibones. Preguntad a los más sabios. ¿Alguno ha conseguido ir hacia atrás en el tiempo? ¿Alguno ha conseguido recuperar al hijo que perdió años atrás? -el silencio total se extendía por todo el lugar, solo se oía el crepitar de la lumbre de la hoguera- ¡Ninguno! ¡Porque la vida siempre va hacia delante, porque debemos vivir la vida que nos ha tocado vivir! Y porque hoy nos toca vivir una serie de cambios que en mi infancia ni siquiera los hubiéramos imaginado. Ni siquiera los hubiéramos deseado. Pero están aquí. Y esos cambios serán los que constituyan las cosas normales para nuestros hijos o para nuestros nietos. Por eso no debemos empeñarnos en un enfrentamiento sin ningún sentido. Conservemos nuestra cultura en todo lo que podamos, pero no le demos la espalda al devenir de los tiempos.

Maasai con teléfono móvil y zapatillas deportivas. Al fondo, una reunión en la cual varios de sus miembros visten ropa occidental.

Ikoneti calló. La asamblea se mantuvo en silencio. Las últimas palabras habían llegado muy dentro de cada uno de los maasais allí presentes. Se habían clavado en el corazón de muchos de ellos. Era muy raro el maasai que no tenía algún hijo muerto en un enfrentamiento con otro poblado, o en una incursión para obtener más ganado. También había niños que morían siendo pequeños por enfermedad. Después de la lógica de Purko; tras la arenga de Kanyi; Ikoneti había llegado al interior de todos aquellos hombres, recios, como él, pero conscientes de que la decisión a tomar era trascendental para el pueblo Maasai.

Poco más quedaba por decir. La decisión se tomaría y el pueblo Maasai abandonaría desde esta asamblea la costumbre de realizar incursiones violentas para robar ganado en poblados vecinos. La decisión fue tomada mediante juramento, en el cual los dirigentes Maasai se comprometieron a cesar en estas actividades.

Actualmente, los guerreros maasai, los morani, que antes defendían el territorio, hoy desempeñan labores de pastoreo, de caza y realizan exhibiciones de valor. Algunos de ellos regresan a la escuela tras el emorata, tras el ritual de la circuncisión.

Guerreros Maasai con tocados de melena de león, que les identifica como aquellos que han tenido que matar un león usando solamente lanzas y machetes, durante la ceremonia del EUNOTO, de la que hablaremos en entregas posteriores, que supone su paso del estado de morani al estado de hombre adulto, en Kenya. Foto cortesía de Carol Beckwith y Angela Fisher, “African Ceremonies” 1999.

Un competidor Maasai participa en el evento de lanzamiento de "rungu", durante las 'Olimpiadas Maasai' anuales en el santuario Sidai Oleng Kimana en Kimani, Kenya el 13 de diciembre de 2014

sábado, 11 de noviembre de 2017

LA INSPIRACIÓN o EL PORQUÉ HA PASADO TANTO TIEMPO

Las tentaciones de san Antonio. 1540, óleo sobre tabla. Pieter Coeckle Van Aelst


Cuando un blog lleva tanto tiempo parado como lleva éste suele ser debido a malas noticias. O bien el autor está enfermo, o bien el blog se ha cerrado, o simplemente el autor ha perdido la inspiración necesaria para seguir escribiendo las historias que correspondían al mismo.

No es mi caso. Mi caso es que no se daban las condiciones necesarias para que se pudiera seguir construyendo la historia que quería llevar a cabo. No tanto porque la inspiración no surgiera del mismo, no era eso. Suelo estar de acuerdo con lo que decía Picasso a un periodista cuando le preguntaba un día en una entrevista:

-Sr. Picasso, maestro. ¿Existe la inspiración?

Cuentan que cuando oyó la pregunta, Picasso sonrió socarronamente, pues ya tenía sus años, ya había vivido lo suficiente, y ya se habían mezclado en él el sentimiento andaluz de su nacimiento, el sentido catalán que adquirió en su estancia por aquellas tierras, y la luz del París que disfrutó a principios de siglo. Bueno, a lo que iba. A tamaña pregunta, la respuesta del genio de la pintura del s. XX fue muy sencilla.

-Claro que existe la inspiración. ¡Pero te tiene que pillar trabajando!

Y en todo este tiempo no he tenido ni un sólo momento para poderme poner seriamente sobre el teclado para poder hilvanar las historias que voy contando. Tanto las historias de los Maasais, como las de mi hija, que ya va camino de diez meses y me he saltado los nueve meses sin contar todos los avances que supusieron los nueve, tanto en el campo de la motricidad, como en el de la psicología, cognición e inteligencia y emotividad.

Quizá de ahora en adelante pueda conseguirlo y seguir escribiendo de forma más regular. Creo que aquellos que, me consta, seguían la historia de Lengwesi y Makutule, los dos niños, ya muchachos, maasais se merecen saber el final de la misma. He de decir que en algún momento me vi tentado de acabarla y pasar a una descripción somera de las tradiciones que nos quedan por vivir en el pueblo Maasai. Pero trataremos de seguir en la misma linea.

Por el momento, anunciar que ya está preparada la siguiente entrada de dicha historia y que saldrá en breve. Y que posiblemente, además de LA CULTURA DE LOS PUEBLOS, iniciaremos otra serie de relatos referidos a otros campos distintos, pero que seguirán teniendo como común denominador el título de dicho blog: culturayserenidad.blogspot.com.es. Y entre medias, puede ser que se reinicie o se retome, quién sabe la escritura de un nuevo libro. Todo ello, como decían antiguamente, si Dios quiere.

Escrito en el año de Nuestro Señor de 2017, a 11 de noviembre, en la festividad de San Martín

La Piedad. 1450, óleo sobre tabla. Roger Van Der Weyden

viernes, 3 de febrero de 2017

LOS AUTÉNTICOS PROGENITORES

Ambulancias Sermas. Fotografía diario 20minutos.

Hace ya algunos días que nació mi hija. Vino a lo grande, queriendo emular a su padre. Ahora estamos todos muy contentos, con las molestias típicas de los primeros días, pero felices por tenerla entre nosotros. Nos llena su cara redonda, sus mofletes, sus ojazos, su boquita que tan pronto se abre ocupando toda la cara como se mantiene pequeña como una pequeña intumescencia bajo la naricilla. Todos la queremos un montón. Y disputamos quien la quiere más. Todos según cada uno entiende el querer a una personita así.

Ha habido tal cúmulo de sentimientos, tal vorágine de sensaciones distintas, que es imposible expresarlas en unas cuantas líneas. Y ahora, pasado este tiempo más. Imposible encontrar cinco minutos de sosiego para poder escribir con serenidad sobre ella, y menos aun que llegue  la madre y espíe lo que escribes, como en este momento.

Es verdad que tener un hijo te cambia la vida. En muchos sentidos. Pero no en el sentido exagerado emocionalmente que te cuenta mucha gente. Te cambia la vida porque quieres a la personita de forma distinta a como has querido hasta entonces. De forma más responsable. Te hace ser más persona. De alguna manera te madura. 

Ahora, eso sí, te madura siempre y cuando te sientas realmente el padre de esa persona. Si eres como los típicos "guerreros medievales" que sólo querían a sus hijos como números de descendientes, pues se sigue siendo el mismo personaje, sin que cambie ni "tu vida", ni tu carácter, ni tu persona. En resumidas cuentas, aquello de "por mi hija/o, mato", lo dicen aquellos que se sienten culpables porque no dan el cariño a sus hijos y los tratan como meras "propiedades", tal como hacían los antiguos guerreros medievales. En realidad, no matan por sus hijos, matan por su orgullo herido.

El sentirse progenitor, que de eso es de lo que se trata, es mucho más el sentimiento de esa loba que cuida de sus lobeznos y que los traslada de cubil antes que el lobero descubra dónde están escondidos y pueda matarlos. Ése es el auténtico sentido de progenitor, el que protege a su descendencia. No el que mata por ella. El ser que mata es, pura y simplemente, destructor. El que protege es el auténtico progenitor, el auténtico padre, la auténtica madre.

Vocabulario:
  • Lobezno: Cachorro de lobo.
  • Cubil: Madriguera en la tierra, utilizada normalmente por fieras.
  • Lobero: Hombre que caza lobos por la remuneración señalada a quienes matan estos animales.
Escrito en el año de nuestro Señor de 2017, el 3 de febrero, en la festividad de San Blas.

martes, 19 de mayo de 2015

ENSEÑARAS A VOLAR


Enseñarás a volar,
pero no volarán tu vuelo.
Enseñarás a soñar,
pero no soñarán tu sueño.
Enseñarás a vivir,
pero no vivirán tu vida.
Sin embargo...
en cada vuelo,
en cada vida,
en cada sueño,
perdurará siempre la huella
del camino enseñado.

Madre Teresa de Calcuta.

Hoy es un martes normal. Un día cualquiera en la vida de un ser humano cualquiera. Me refiero a mí. He salido a la terraza. Estoy imposibilitado por una lesión de rodilla que está durando más de lo que a mí me hubiera gustado. En la terraza me da el aire. Veo volar a las aves. Vencejos, palomas, gorriones, grajillas. Incluso a lo lejos, en lontananza como solían decir mis viejos profesores, puedo observar como asciende una cigüeña usando las corrientes térmicas. Ha volado hasta una de ellas y, con las alas extendidas, se deja ascender suavemente, formando círculos hacia el cielo, para alcanzar altura y después iniciar su jornada de caza, de alimentación. 


Lejos, quizá en mitad de la población dónde vivo, están sus polluelos. Estamos a mediados de mayo. Los cigüeñinos deben estar ya bastante crecidos. La esperarán en el nido, aleteando, ejercitando las alas para el primer vuelo. Para su primera experiencia con el aire, el viento, la libertad de movimientos en un fluido que les permite desplazarse en todas las direcciones del espacio. Pero antes deben aprender, deben crecer y deben ser "enseñados" por sus progenitores.

Y al leer una revista, encuentro esta poesía, esta reflexión de la Madre Teresa de Calcuta: "Enseñarás a volar, pero..." Pero esa es la grandeza de ser padres. Una grandeza que muchos padres no entienden. Los padres deben, debemos, enseñar a nuestros hijos a moverse en el mundo. Los padres debemos enseñar a soñar, debemos enseñar a vivir. Pero debemos tener en cuenta que nuestros hijos deben vivir su vida, soñar su sueño, volar su vuelo. 

Algo que muchos confunden es la educación con el adoctrinamiento. Muchos quieren que sus hijos sean lo que ellos quieren. Otros desean que sus hijos no cometan los mismos errores que ellos, y, debido a ello, cometen otro error: intentar dirigir la vida de sus hijos. Y algunos, llevados de un pensamiento de "progreso" mal entendido, dejan que sean sus hijos, y no ellos, los que marquen lo que aprenden y no aprenden, sin darles ningún tipo de criterio para que se puedan guiar. Es como si las cigüeñas no enseñaran los primeros pasos en el vuelo a sus crías. Éstas posiblemente acabarían cayendo al suelo y lastimándose, quizá tanto que no podrían levantar el vuelo.

Los padres debemos educar, enseñar el camino a nuestros hijos. Y se lo debemos enseñar según la mejor manera que conocemos nosotros para andar el camino. Debemos darles los instrumentos y mostrarles las habilidades necesarias para recorrer dicho camino. Cómo nosotros sabemos, sin vergüenza ni complejos, con la certeza que les estamos ayudando realmente. 

Pero además debemos ser valientes, y una vez que tienen las habilidades, dejarles caminar solos su propio camino. No podemos evitarles las caídas, ni las dificultades. Son ellos los que deben hacer su camino. Son ellos los que deben vivir su vida. Y somos nosotros, los padres, los que debemos realizar el último gran acto de amor hacia nuestros hijos:

Dejarles soñar su sueño.