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miércoles, 18 de diciembre de 2019

ESOS ADORABLES PEQUEÑUELOS. Cap. 1: Los auténticos progenitores



SSNEGIREVA/ISTOCK/THINKSTOCK

Tras pensarlo durante algún tiempo, creo que lo mejor es dar un relato lo más cronológico posible. Y como tengo las entradas correspondientes a su primer año, aquí os las iré dejando, poco a poco, para poder disfrutarlas. Y mientras, ir coleccionando nuevas aventuras de mi "progenie".

También decir que al provenir de un blog distinto, siempre acababa éste con la fecha en que lo publicaba. He decidido dejarla. Eso nos dará idea de cuando está escrito y de lo que sentía este sencillo bloguero en esos momentos.
Un saludo, y nos vamos viendo en la red.

Loba con sus lobeznos


Hace mucho, mucho tiempo que no me acerco por estos lares. Y tanto es así que ha nacido mi hija. Nació un 19 de enero. El 19 de enero pasado. Por cesárea urgente. Vino a lo grande, queriendo emular a su padre. Ahora estamos todos muy contentos, con las molestias típicas de los primeros quince días, los cuales cumplirá esta noche, pero felices por tenerla entre nosotros. Nos llena su cara redonda, sus mofletes, sus ojazos, su boquita que tan pronto se abre ocupando toda la cara como se mantiene pequeña como una pequeña intumescencia bajo la naricilla. Todos la queremos un montón. Y disputamos quien la quiere más. Todos según entiende el querer a una personita así.
Ha habido tal cúmulo de sentimientos, tal vorágine de sensaciones distintas, que es imposible expresarlas en unas cuantas líneas. Y ahora, pasado este tiempo más. Imposible encontrar cinco minutos de sosiego para poder escribir con serenidad sobre ella, y menos aun que llegue  la madre y espíe lo que escribes, como en este momento.
Es verdad que tener un hijo te cambia la vida. En muchos sentidos. Pero no en el sentido exagerado emocionalmente que te cuenta mucha gente. Te cambia la vida porque quieres a la personita de forma distinta a como has querido hasta entonces. De forma más responsable. Te hace ser más persona. De alguna manera te madura. Ahora, eso sí, te madura siempre y cuando te sientas realmente el padre de esa persona. Si eres como los típicos “guerreros medievales” que solo querían a sus hijos como números de descendientes, pues se sigue siendo el mismo personaje, sin que cambie no solo “tu vida” sino tu carácter, ni tu persona. En resumidas cuentas, aquello de “por mi hija/o, mato”, lo dicen aquellos que se sienten culpables porque no dan el cariño a sus hijos y los tratan como meras “propiedades”, tal como hacían los antiguos guerreros medievales. En realidad, no matan por sus hijos, matan por su orgullo herido.
El sentirse progenitor, que de eso es de lo que se trata, es mucho más el sentimiento de esa loba que cuida de sus lobeznos y que los traslada de cubil antes que el lobero descubra dónde están escondidos y pueda matarlos. Ése es el auténtico sentido de progenitor, el que protege a su descendencia. No el que mata por ella. El ser que mata es, pura y simplemente, destructor. El que protege es el auténtico progenitor, el auténtico padre, la auténtica madre.
Vocabulario:
  • Lobezno: Cachorro de lobo.
  • Cubil: Madriguera en la tierra, utilizada normalmente por fieras.
  • Lobero: Hombre que caza lobos por la remuneración señalada a quienes matan estos animales.
Escrito en el año de nuestro Señor de 2017, el 3 de febrero, en la festividad de San Blas.

San Blas

viernes, 3 de febrero de 2017

LOS AUTÉNTICOS PROGENITORES

Ambulancias Sermas. Fotografía diario 20minutos.

Hace ya algunos días que nació mi hija. Vino a lo grande, queriendo emular a su padre. Ahora estamos todos muy contentos, con las molestias típicas de los primeros días, pero felices por tenerla entre nosotros. Nos llena su cara redonda, sus mofletes, sus ojazos, su boquita que tan pronto se abre ocupando toda la cara como se mantiene pequeña como una pequeña intumescencia bajo la naricilla. Todos la queremos un montón. Y disputamos quien la quiere más. Todos según cada uno entiende el querer a una personita así.

Ha habido tal cúmulo de sentimientos, tal vorágine de sensaciones distintas, que es imposible expresarlas en unas cuantas líneas. Y ahora, pasado este tiempo más. Imposible encontrar cinco minutos de sosiego para poder escribir con serenidad sobre ella, y menos aun que llegue  la madre y espíe lo que escribes, como en este momento.

Es verdad que tener un hijo te cambia la vida. En muchos sentidos. Pero no en el sentido exagerado emocionalmente que te cuenta mucha gente. Te cambia la vida porque quieres a la personita de forma distinta a como has querido hasta entonces. De forma más responsable. Te hace ser más persona. De alguna manera te madura. 

Ahora, eso sí, te madura siempre y cuando te sientas realmente el padre de esa persona. Si eres como los típicos "guerreros medievales" que sólo querían a sus hijos como números de descendientes, pues se sigue siendo el mismo personaje, sin que cambie ni "tu vida", ni tu carácter, ni tu persona. En resumidas cuentas, aquello de "por mi hija/o, mato", lo dicen aquellos que se sienten culpables porque no dan el cariño a sus hijos y los tratan como meras "propiedades", tal como hacían los antiguos guerreros medievales. En realidad, no matan por sus hijos, matan por su orgullo herido.

El sentirse progenitor, que de eso es de lo que se trata, es mucho más el sentimiento de esa loba que cuida de sus lobeznos y que los traslada de cubil antes que el lobero descubra dónde están escondidos y pueda matarlos. Ése es el auténtico sentido de progenitor, el que protege a su descendencia. No el que mata por ella. El ser que mata es, pura y simplemente, destructor. El que protege es el auténtico progenitor, el auténtico padre, la auténtica madre.

Vocabulario:
  • Lobezno: Cachorro de lobo.
  • Cubil: Madriguera en la tierra, utilizada normalmente por fieras.
  • Lobero: Hombre que caza lobos por la remuneración señalada a quienes matan estos animales.
Escrito en el año de nuestro Señor de 2017, el 3 de febrero, en la festividad de San Blas.

viernes, 10 de abril de 2015

DESARROLLO CEREBRAL HUMANO (VI)


Tras la Semana Santa, que ha traído acontecimientos trágicos que no nos hubiera gustado a ninguno haber presenciado, retomamos hoy nuestra serie de entradas sobre el desarrollo cerebral humano. Un tema totalmente contrapuesto a aquel del que trataba nuestro post anterior. 

Justamente este conjunto de entradas quiere hacer hincapié en la necesidad de la educación desde la más tierna edad para conseguir que el fanatismo y la necedad humanas no sean las características esenciales en el comportamiento de esa gran especie, con todos sus defectos, que enseñorea la Tierra en estos momentos. Me refiero, como no, al Homo sapiens.



Acabábamos el último post de esta serie sobre el cerebro humano en sus primeras etapas de crecimiento hablando de la Hipótesis de la clave social. Y hoy vamos a ahondar un poco más en ella. Y esta vez nos iremos hacia atrás en el tiempo. Y nos mantendremos en Estados Unidos, pero del estado de Washington, en la costa oeste, nos iremos a Kansas, a las llanuras centrales. Allí, en los años 60 del siglo XX, una joven graduada en psicología infantil trataba de ayudar a niños de preescolar a superar sus déficits de vocabulario y de dicción.


Se llamaba Betty Hart (1927-2012). Ella y sus compañeras se fueron dando cuenta que sus esfuerzos comenzaban muy tarde en la vida de los pequeños. Que éstos no eran capaces de captar aquello que querían transmitirles simplemente con la intervención "extra" que ellas les podían suministrar. En los años 60 y 70 se achacaban estos déficits a factores inalterables como las circunstancias sociales o la herencia, lo cual hacía que no se pudiera intervenir de forma adecuada frente a ellos. Sin embargo, ni la Dra. Hart ni sus colegas se dieron por vencidos y durante la década de los 80 revisaron un montón de casos para intentar encontrar una nexo en común.

Al final, encontraron algo: "necesitabamos saber que ocurría con los niños en casa y el principio del crecimiento de su vocabulario." De este sencillo razonamiento surgió un estudio del cual, junto con su antiguo supervisor durante los estudios de carrera, el Dr.Todd Risley, actual profesor emérito de psicología en la Universidad de Alaska, publicó un libro en 1995: "Meaningful differences in the everyday experience of young american children" en el que se detallan todas las peripecias por las que pasó su estudio hasta conseguir los resultados que encontraron.

Y uno de los principales resultados fue que, tal como se podía ver en el post número V de ésta serie, la influencia de los padres en el bebé es mucho mayor de lo que se podría suponer en un primer momento.

Para llevar a cabo su estudio, Betty y Todd agruparon a las familias en tres categorías distintas, según su nivel socioeconómico: aquellas que tenían estudios universitarios, aquellas que eran trabajadoras, y las que se encontraban recibiendo un subsidio por desempleo. Hicieron un seguimiento de sus hijos, desde que tenían 10 meses hasta que cumplían los 3 años y descubrieron lo siguiente:

1.- En los tres grupos de familias, los niños comenzaban a hablar a la misma edad y la estructura del lenguaje se desarrollaba adecuadamente.

2.- En las familias de mayor nivel cultural, el niño oía una media de 2.153 palabras/hora, los niños cuyos padres trabajaban bajaba la media a 1.251, y los que sus padres se encontraban en situación de paro era de tan sólo 616 palabras.

3.- A la edad de 3 años, el vocabulario acumulado por los hijos de padres universitarios era de 1.100 palabras, los de padres de clase trabajadora 750, y los de padres en paro 500.

4.- A la edad de 3 años, los resultados de test de inteligencia eran mejores en los niños del primer grupo y sus resultados escolares a los 9 años de edad fueron mejores.

Con este estudio, los autores se dieron cuenta que las diferencias con las que llegaban los niños en la escuela eran mayores y más intratables de lo que en un primer momento se hubiera creído. Los tres primeros años de vida en el hogar, en contacto con los padres, son mucho más importantes para el desarrollo cognitivo e intelectual del niño de lo que pudiera parecernos a los adultos. En ese periodo de su vida son especialmente maleables y dependen del adulto para "modelar" sus experiencias.

Desde el punto de vista del conocimiento, la experiencia es secuencial: la experiencia establece un hábito, éste lleva a una búsqueda que da lugar a una nueva experiencia y de esta manera se llega a experiencias más complejas que dan lugar a procesos de pensamiento más o menos complejos. Por otro lado, neurológicamente, el desarrollo de la corteza cerebral en la infancia, y sobre todo en la infancia temprana, se ve influenciado por la cantidad de tejido cerebral que se encuentre activado. Y esa activación se lleva a cabo gracias a la cantidad de experiencia a la que se enfrenta el niño y las opciones con las que tiene que "jugar". Por último, respecto al comportamiento, en la infancia temprana, casi toda la experiencia está mediada por la interacción con los adultos, sobre todo con los progenitores, en donde juega un papel fundamental el afecto que muestren hacia su bebé.


¿Qué nos quiere decir todo ésto? Que el niño, ya desde su más tierna infancia, desde que es bebé, es un ser complejo, necesitado de ayuda, sí, por supuesto, pero al mismo tiempo, con una gran cantidad de potencialidades que los padres podemos ayudar a que se expresen con algo tan sencillo como la atención, el cuidado, el afecto.

Nos queda aún un estudio más. Hasta que llegue, un afectuoso saludo.