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sábado, 13 de junio de 2015

GÜNTER GRASS Y EL AMOR

He dedicado varios posts a Teresa de Calcuta y a sus pensamientos. Pero esta vez, para hablar del amor, voy a tener como referencia a un escritor, fallecido recientemente. Un escritor al que todo el mundo admiraba, que era un referente de la literatura contemporánea, que recibió el premio Nobel de Literatura y también el premio Príncipe de Asturias de las Letras a finales del siglo XX. Y un escritor que desde unas confesiones suyas en un libro publicado en 2007, fue centro de polémica. Günter Grass, que es el escritor al que me refiero, perteneció a las Wafen SS, uno de los cuerpos más despiadados de las SS, durante la II Guerra Mundial. Y, además, a sus 17 años de aquel entonces, cometió el pecado y la equivocación, pues todo pecado tiene una parte de equivocación, de presentarse voluntario para formar parte de ese cuerpo de ejército.

Según dice en su libro, se presentó voluntario para defender a su país ante la invasión en ese momento de las tropas aliadas. Siempre según su confesión, sólo participó en acciones bélicas, nunca en los actos de represión, por decirlo de forma suave, que realizaron las SS sobre la población y sobre los prisioneros de los desgraciadamente famosos campos de concentración nazis. Sin embargo, la polémica ya estaba servida. No sólo no se le perdonaba el haber pertenecido a las SS, sino también el haberlo mantenido "en secreto" durante tanto tiempo. Una de las mentes privilegiadas del siglo XX había caído de su pedestal.

Por eso, el encontrar en una de mis múltiples lecturas, dentro de un artículo referido al amor, una poesía de Günter Grass dedicada a ese tema, me llamó la atención. Me resultaba curioso que un autor que había destacado, a lo largo de toda su producción literaria, por presentar a la sociedad de la segunda mitad del siglo XX un retrato de sí misma, haciendo hincapié en los problemas que acuciaban a dicha sociedad, hablara sobre el amor.

Al leer dicho poema, me encontré con la descripción de lo que consistía el amor en nuestra sociedad actual. Fiel a su estilo, Günter Grass no define el amor como un sentimiento. En su composición va enumerando una serie de situaciones cotidianas que son las que nos permiten ver, de forma fidedigna, los hechos de amor. No es necesario ningún príncipe azul montado en un caballo blanco. El amor llega en las cosas sencillas del día a día. Y el amor permanece, día a día, hasta la vejez. Así nos lo hace ver Günter Grass en la última estrofa.

Una imagen vale más que mil palabras. Pero las últimas palabras del poema nos transmiten la imagen de un sentimiento que es imperecedero y que va más allá de palabras e imágenes.


Amor es esto:
Transacciones sin efectivo.
La manta siempre un poco corta.
El contacto flojo.

Buscar más allá del horizonte.
Rozar con cuatro zapatos las hojas muertas
y frotar mentalmente pies desnudos.
Arrendar y tomar en arriendo corazones;
o en la habitación con ducha y espejo,
en un coche alquilado, con el capó hacia la Luna,
dondequiera que la inocencia se baja
y quema su programa,
suena la palabra en falsete,
cada vez diferente y nueva.

Hoy, ante la taquilla aún cerrada,
susurran, de la mano,
el avergonzado viejo y la vieja delicada.
La película prometía amor.

GÜNTER GRASS


sábado, 24 de enero de 2015

LA POLÉMICA DE UN HOMBRE VALIENTE


Hace unos días, y a raíz de los atentados de París, un periódico de tirada nacional publicó las declaraciones del Papa Francisco en el avión, en su viaje de ida pastoral a Sri Lanka y Filipinas. Estas declaraciones, que dicho diario tildaba de polémicas, fueron realizadas al preguntarle por los atentados, y después de dejar bien claro que la violencia no se puede justificar por la fe en ningún Dios, incluido, como no el cristiano, profundizó el tema con una reflexión.
En esta reflexión dijo algo que podía llamar a la polémica. Dijo que "no se puede ofender" ni se puede "ridiculizar" la fe, el pensamiento, de millones de personas. El diario en cuestión lo presentaba como una especie de "justificación" de los crímenes perpetrados en París. Nada más lejos de la realidad.
La presencia en la cúspide de la Iglesia de Roma -él siempre ha querido caracterizarse como obispo de Roma, "primus inter pares" según el dicho medieval- de una persona mediática, sincera, honesta con su pensamiento es lo que tiene. Los que ayer le aplaudían su aperturismo, hoy le intentan recriminar sus pensamientos. Aquellos que deseábamos que entrara el aire fresco a raudales en la anquilosada jerarquía eclesiástica aplaudimos el aperturismo tanto como estas declaraciones que, aparentemente retrógradas, confirman sin embargo la honestidad de quién las pronuncia.
Y las pronuncia plenamente consciente de lo que pueden suponer para él. Menoscabo de su popularidad, antipatía de ciertos sectores "progresistas", malinterpretación de cúpulas anquilosadas en la lucha de ideas, etc.
Por eso es valiente. Tanto ahora, como antes. Pero además es valiente porque defiende uno de los derechos fundamentales del ser humano, uno de los derechos que fue defendido allá por 1789, cuando en la misma Francia que actualmente ha sufrido los atentados, se levantó la bandera de la libertad. La bandera de la libertad de pensamiento que desde entonces todos los pueblos de la Tierra han hecho suya. La libertad de pensamiento, el derecho a pensar diferente y no ser vilipendiado por ello. Por supuesto, los estudiosos de la Revolución Francesa podrán explicar mucho mejor todos los entresijos del levantamiento. Podrán hablar de los desmanes que se produjeron en nombre de dicha libertad. Pero todos ellos convendrán conmigo que hay un antes y un después de esa revolución. Que ni siquiera la Revolución Rusa de 1917, con todas las consecuencias políticas que trajo consigo, que fueron muchas y muy importantes, marcó un cambio de era como lo hizo la Revolución Francesa.
Por tanto, el Papa Francisco sigue siendo "revolucionario". No va en contra de la libertad de expresión, cada cual puede expresar su conformidad o inconformidad. Simplemente señala que cualquier pensamiento, por extravagante o contrario a nosotros que sea, debe ser respetado. 
Y el respeto debe ser mutuo. Y el respeto debe abarcar a todo ser humano. Y si se debe respetar el pensamiento de todo ser humano, mucho más, mucho más importante, es respetar la vida de cualquier ser humano, incluido el que piensa distinto, o el que cree que nuestras creencias son risibles. El de éste último mucho más aún.