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martes, 17 de febrero de 2015

EL GRUPO ZOOLÓGICO HUMANO (II): EL ÁRBOL DE LA VIDA


El árbol de la vida: Gráfico o figura en dónde se expresa la historia de la diversidad de las formas vivas, desde su aparición hasta el Presente.

En el post anterior hablamos del proceso de vitalización que nos presentaba Teilhard de Chardin. Nos quedábamos en la aparición de moléculas proteicas y en la conglomeración de las mismas hasta la aparición de la vida. Por tanto, a partir de estos conglomerados comienzan a hacer su aparición los primeros organismos. Al principio seres simples, como los virus actuales, y que, poco a poco, van aumentando su complejidad. Y desde este aumento de complejidad se daría para Teilhard de Chardin la diferenciación entre unos seres vivos y otros.


Pasa posteriormente a explicar el desarrollo de los seres vivos, desde bacterias, protozoos hasta llegar al hombre. Para conseguir este desarrollo del árbol de la vida nos indica que en el proceso de corpusculización, que conocíamos en el post anterior, existe un hilo conductor que, de alguna forma, "dirige" este proceso. Y este hilo conductor sería el grado de interiorización del corpúsculo, que quedaría culminado en el hombre con la aparición de la conciencia. Para ésto, sería necesario que en el organismo, en el ser vivo, que se desarrolla por el proceso de vitalización, existiera una parte u órgano más conectada al desarrollo de esa conciencia, de la psique del ser vivo. Y esa parte "debería emplearse para apreciar el grado de corpusculización conseguido por el ser viviente".

A partir de este momento, Teilhard de Chardin nos muestra el proceso de corpusculización centrado en el desarrollo de ese órgano particular de los seres vivos, que no es otro sino el sistema nervioso. Y el desarrollo del sistema nervioso tiene su cumbre en el proceso de cerebralización. Con ello quedan desplazados grandes grupos de seres vivos: vegetales, trocóforos, celentéreos, equinodermos, etc. Has los artrópodos se ven frenados por el fenómeno de la cerebralización, pues los ganglios cefálicos de un insecto no llegan, ni de lejos, a constituir un órgano de la complejidad y posibilidades de las que disfruta el cerebro. Con ello nos queda un único grupo de seres vivos cuyas características permiten continuar el proceso de cerebralización: Los vertebrados.


Dentro de la rama de los vertebrados surge un grupo de mayor complejidad, los mamíferos. En ellos el proceso de cerebralización se acelera. Y dentro de ellos hay un grupo que se destaca principalmente por este hecho. Los primates.


Los primates presentan una serie de características que precisan un desarrollo en el control de los movimientos, en la percepción del mundo exterior, como son la visión binocular -para calcular adecuadamente las distancias-, el pulgar oponible -que permite ejercer a la mano el papel de pinza, no sólo el de garra-, el desplazamiento a través del ramaje -que conllevará la aparición de una articulación del hombro que permite el giro completo de los miembros superiores-, serie de características, repito, que les hacen idóneos para que en ellos prime el desarrollo del cerebro frente a otros órganos, aparatos o sistemas que poseen los seres vivos.


Con todo ello, Teilhard de Chardin nos dice: "una cantidad cada vez mayor de sustancia nerviosa no había cesado de aislarse (y de disponerse cada vez mejor) en el corazón de la materia vitalizada". Pero una mayor cantidad de materia vital, una mayor cantidad de tejido nervioso y, por tanto, de psiquismo no es suficiente para la aparición del Hombre tal y como lo conocemos actualmente. Se debe de dar un nuevo salto. Un salto de la misma importancia que los anteriores a los que nos hemos ido refiriendo. Un salto clave que si no se hubiera dado en el Hombre, se habría dado en otro ser vivo. El salto del psiquismo directo al psiquismo reflexivo. Con ello "la Vida se ha hipercentrado sobre sí misma, hasta el punto de hacerse capaz de previsión y de invención. Se ha hecho consciente". Este psiquismo reflexivo, esta Reflexión es la que permite en la familia de los homínidos, a la que pertenece el hombre, que la evolución divergente que se había experimentado hasta entonces dé un giro de 180º y se tienda a la "coalescencia de los individuos". Es decir, el avance y desarrollo del Homo sapiens en los pocos cientos de milenios de su vida como especie ha conseguido superar al resto de la Vida. Y ese avance se da gracias a ese giro de 180º, al paso de la divergencia a la convergencia, que empieza a experimentarse en la especie humana a partir de la aparición de la Reflexión.

Esa capacidad de reflexión será la que permitirá al hombre adaptarse, dominar, conquistar la Tierra, expandirse por la misma y crear sociedades en las que la influencia de la naturaleza irá siendo cada vez más escasa, y la misma naturaleza se verá arrinconada por la humanidad, por la materia viva reflexiva. Con todo ello, y en palabras del propio Teilhard de Chardin:
"Salimos de la última oscuridad de la Humanidad juvenil para llegar a la clara visión del Fenómeno humano."


En nuestro s. XXI ¿tenemos una clara visión del Hombre, tal como decía Teilhard hace setenta años? ¿O más bien el hombre continúa confuso en cuanto a su esencia?
Posiblemente, si nos acercáramos a esa "humanidad juvenil" de que nos habla, quizá descubriéramos que podemos haber perdido el rumbo en algún momento de la Historia y quizá, tan sólo quizá, aún podamos retomarlo.

Mientras tanto, sigamos disfrutando de lo que el Universo nos ofrece.


viernes, 13 de febrero de 2015

EL GRUPO ZOOLÓGICO HUMANO (I)


"Como su mismo título indica, las páginas que siguen no pretenden en manera alguna dar una definición exhaustiva del Hombre. Quieren, tan sólo, fijar las apariencias "fenomenales" del Hombre, en la medida en que puede lo humano ser visto legítimamente como prolongación y coronación de lo vivo, al menos de modo provisional."

Con estas humildes palabras arranca Teilhard de Chardin una de sus obras más emblemáticas: "El grupo zoológico humano". Y a pesar de la sencillez de las mismas, o incluso gracias a ello, realiza una síntesis magnífica de todo lo que va a desarrollar posteriormente. Toda su reflexión a lo largo del libro nos lleva a considerar al Hombre como parte del proceso evolutivo no ya de la Tierra, sino del Universo entero. Y, además, pone al hombre como la clave, como la piedra angular de todo el proceso.



Para Teilhard de Chardin la vida es un fenómeno que no se ciñe única y exclusivamente a la materia orgánica. Parte de algo mucho más pequeño. Parte de la base de la materia. Recordemos que estamos en los años treinta y cuarenta. ¿Cual es la partícula física basal en esos años? El átomo. Y Teilhard de Chardin lanza la teoría de que la vida, el Universo sufre un proceso de "corpusculación", que al partir de la partícula basal, el átomo, afecta a toda la materia del Universo, ya sea orgánica o inorgánica. La vida no sería ni más ni menos que el resultado del proceso de "complejificación" de la materia al que tendería el Universo.



Y a partir del átomo, y gracias a esta fuerza de complejificación surgirían las moléculas. En origen, las moléculas serían simplemente asociaciones de átomos de mayor o menor complejidad. De ese grupo de moléculas existen unas que tienen determinadas características que las hacen diferentes: las proteínas. Y tan distintas son del resto que no se las puede encontrar fuera de la materia que forman los seres vivos. Con ello nos invita a imaginarnos al planeta Tierra, en sus fases más tempranas, con multitud de moléculas de
distintos tipos, entre ellas las proteínas, pululando por su superficie y recibiendo la energía suficiente, a partir de la radiación cósmica, como para que se produzcan una multitud de reacciones y conexiones entre las proteínas. De esas conexiones y mezcolanzas surgiría, de forma particular, una entre un millón de reacciones, el proceso de "vitalización". El proceso de vitalización que constituye la vida, tal como la entendemos en nuestro planeta.

Sin embargo, actualmente parece estar más en boga la teoría de la "siembra". La vida llegó a nuestro planeta "cabalgando" en meteoritos que cayeron en la superficie terrestre. Pero eso abre otro interrogante, a la vista de los conocimientos actuales del Universo: ¿Cómo se formó esa vida que llega a una Tierra primigenia en periodo de post-consolidación? A favor
de esta teoría se encuentran los últimos hallazgos de la NASA sobre la presencia de partículas proteicas (algunos medios periodísticos han dicho incluso que se trataban de bacterias) en ciertos meteoritos. Y en contra de la teoría de la "sopa primordial", tal como se denominó en los años treinta del siglo pasado a la idea de la aparición de la vida a partir de reacciones químicas en un mar primitivo, se arguye que el experimento que se realizó sólo consiguió cadenas proteicas sin organización adecuada para continuar constituyendo escalones superiores cuyo último resultado sería la aparición de vida. Sin embargo, si nos fijamos un poco, deberemos reconocer que la cantidad de reacciones que puedan darse en la probeta de un laboratorio son ínfimas en comparación a la gran superficie del planeta Tierra durante aquellos millones de años. Y que, por mucho que se intente mimetizar el ambiente y las radiaciones de todo tipo que estaría sufriendo la Tierra en ese momento, no podemos ni siquiera llegar a imaginar las fuerzas colosales que en esas épocas actuaban en la extensa superficie del planeta.

Una última reflexión. Si para el hombre el planeta Tierra es un mundo, nunca mejor dicho, inabarcable y grandioso, hemos de recordar que este planeta es en realidad una mota de polvo infinitesimal en la inmensidad del Universo. Por tanto, las posibilidades se multiplican a una escala que se nos escapa de las manos y de la comprensión humana.



Según Teilhard de Chardin, el fenómeno de la vitalización se produjo en la superficie terrestre del planeta en formación. Pero ¿y si no fuera así y la vida hubiera llegado montada en un asteroide? ¿Anularía ello el fenómeno de vitalización? ¿O más bien nos obligaría a ampliar más nuestra visión del origen de la Vida en el Universo?

Todavía no he hablado del hombre. Pero eso queda para una siguiente entrada. Por el momento, disfrutemos de uno de los más magníficos espectáculos del Universo: una noche estrellada.



miércoles, 4 de febrero de 2015

TEILHARD DE CHARDIN, EL JESUITA EVOLUCIONISTA.


Cuando yo cursaba el bachillerato, que en mi época se denominaba BUP, empecé a oír hablar de un monje jesuita que durante la primera mitad del s. XX se había dedicado a estudiar la evolución de las especies a lo largo de la historia natural de nuestro planeta. He de reconocer que me resultó muy curioso que alguien religioso se preocupara por los temas de la evolución, tanto más cuando la Iglesia siempre ha defendido que el hombre ha sido creado por Dios a su imagen y semejanza.

Fue otro religioso quien me explicó algo mejor la filosofía de este monje. En el instituto me daban clase de religión y uno de los sacerdotes de mi pueblo era el encargado de ello. Nos enseñó a todos que el jesuita Teilhard de Chardin había tratado de descubrir la conjunción entre fe y ciencia. Y había dirigido sus pasos hacia una de las ramas más polémicas de la ciencia, no solo entonces, sino también ahora en nuestros días: la evolución.

Trató la evolución desde el punto de vista de la paleoantropología. Como antropólogo, su mayor preocupación fue hallar el sentido de la aparición del ser humano en nuestro planeta. Y conseguir que ese sentido se encontrara en última instancia en la existencia de Dios. De esta forma, comenzó a desarrollar un pensamiento y un conjunto de teorías de las que hoy en día pocos se acuerdan pero que, sin embargo, en su momento causaron un gran revuelo en los círculos religiosos y científicos de mediados del s. XX. Ese revuelo fue debido a que quizás, y tan sólo quizás, consiguió fundir ciencia y fe en un terreno tan resbaladizo como la evolución humana.


Teilhard de Chardin reconocía la historia de la evolución humana. Aceptaba que antes del Homo sapiens había habido otras especies distintas de hombres, de homínidos, en nuestro planeta y que el hombre moderno provenía del desarrollo y evolución de una de ellas. ¡Peligroso pensamiento para una persona religiosa de los años treinta y cuarenta del siglo pasado! Estas afirmaciones le granjearon la enemistad de no pocos de sus compañeros y la incomprensión en el seno de la Iglesia. Fue forzado a retirarse de la vida pública y muchos de sus escritos vieron la luz después de su muerte. A pesar de ello fue reconocido en los años setenta y ochenta como uno de los pensadores más importantes de la primera mitad de siglo. Sin embargo, sus teorías aparecen hoy como anticuadas y la ciencia, por la que luchó durante toda su vida, actualmente le ha dado la espalda.

¿A qué viene toda esta disgresión sobre su persona? 
He guardado siempre un buen recuerdo de alguien que ha tratado de conciliar posturas contrarias y de encontrar puntos en común y de unión entre personas. Creo que se trata de una de las características más loables y útiles del ser humano. El buscar acuerdos, llegar a compromisos y trabajar juntos es una de las razones del avance de la convivencia de los distintos pueblos entre sí. Y Teilhard de Chardin trabajó toda su vida para ello. Gracias a las maravillas de la técnica actual, hace un tiempo estaba yo oyendo un podcast de un programa de radio en donde hicieron referencia a este pensador y señalaron uno de sus libros en donde explicaba la base de su pensamiento sobre la razón última de la evolución, no sólo la del hombre, ni siquiera se limitaba a los seres vivos, sino que la hacía extensiva a todo el Universo. El título del libro es "El grupo zoológico humano". Por supuesto, llevado de la curiosidad y del deseo de conocer auténticamente el pensamiento del sabio jesuita, me decidí a comprarlo.


¡No lo busquen! ¡No lo hallarán! Al menos por los cauces normales. El libro se encuentra desclasificado. Tuve que dar varias vueltas hasta encontrarlo de segunda mano en una librería de libros antiguos. Y con mi pequeña joya bajo el brazo me dirigí a casa para comenzar a leer y disfrutar, descubriendo cómo explicaba el sabio jesuita el resultado de sus sesudos razonamientos.

Pero eso será el tema a tratar en un próximo post. Por el momento, me conformo con haber despertado la curiosidad de alguien que haya leído este post sobre uno de los sabios menos conocidos del s. XX, que mereció mejor trato por parte de sus correligionarios y que está siendo injustamente olvidado.