Mostrando entradas con la etiqueta RELIGIÓN. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta RELIGIÓN. Mostrar todas las entradas

lunes, 17 de abril de 2023

VIDA DE LA MADRE TERESA DE JESUS. 1561-1562. 1568. Santa Teresa de Jesús. (Editado por Fray Luis de León en 1588)

 

En primer lugar, una aclaración. Hay tantas fechas porque Santa Teresa lo escribe en dos periodos. El primero abarca dos años. El siguiente comienza en 1568. Pero, sin embargo, debido a que la princesa de Éboli, por venganza sin duda alguna, la denunció a la Inquisición, el libro quedo custodiado por la misma hasta que fue exonerado, y personalidades tan altas como el rey Felipe II mandó que existiera una copia y se guardara en la Biblioteca del monasterio de El Escorial. Ese libro, junto con otra copia manuscrita por la propia Teresa que se hallaba en el convento de las carmelitas descalzas de Sevilla, fueron los que usó como fuente Fray Luis de León para editarlo, por orden del mismo monarca, en 1588, de la forma más fidedigna a la escrita por la Santa. Y ahí está, para que aquellos que gozamos con las expresiones de Santa Teresa, podamos disfrutar de su auténtica palabra. Ella directamente, sin intermediarios.

Aquel que crea que en este libro se habla de las andanzas de Teresa de Ávila contadas por ella misma, va un poco desencaminado. Sólo durante los primeros 10 capítulos, de los 40 en que se divide el texto, nos narra Santa Teresa su infancia y juventud, cómo era su comportamiento, sus ideas de niña, con sus padres y hermanos. El resto es una loa a "las grandes mercedes que hace su Majestad a una pequeña cosa pecadora como yo", aunque no es exactamente la expresión que usa la Santa, sí resume la idea que quiere transmitir a quién la lee. Su Majestad, por supuesto se refiere a Dios, no a ningún rey de la Tierra, por mucho poder que éste tuviera.

En los 30 capítulos restantes, Santa Teresa nos cuenta cómo es su relación con el Señor, con Dios, con Jesucristo. Nos habla de lo que siente, de sus arrobamientos, de las visiones que tiene. Y quien lea con atención el texto se dará cuenta que la Santa hacía mucho menos caso de las visiones que tenía que de la sensación espiritual, que no física, que experimentaba (aunque lo que acabo de escribir pueda parecer una contradicción) cuando Jesús, Dios, le comunicaba algo.

De esta forma nos habla de su primera fundación, el convento de San José. Nos dice cómo llevo adelante el proyecto, las ayudas que tuvo, más bien escasas, y los ánimos que recibía de su "Majestad" como muchas veces llama a Jesucristo.

El caso es que, a pesar de las grandes dificultades que le puso casi todo el mundo, empezando por el obispo de la diócesis, los superiores de la orden, sus propias compañeras del convento, y acabando por los habitantes del pueblo en el que se iba a fundar, encabezados por los dos corregidores, que eran la máxima autoridad civil de aquella época, de ese siglo XVI; a pesar, digo, de todas esas "fuerzas vivas" que se le pusieron en contra, ella contaba con la principal ayuda y valía (valimiento, según diría ella): el apoyo de Dios, de su Señor Jesucristo que la animaba en los momentos más bajos.

Pero no puede uno decir que eso era normal porque era una santa. Ella misma reconoce que hay muchas personas mucho más dignas que ella para recibir las "mercedes" que ella estaba recibiendo de Dios y la ayuda que de Él obtenía. Ella se tenía por una gran y pobre pecadora y que tenía gran temor de fallarle a Dios en ese punto.

En suma, no es la Santa Teresa fuerte, firme, tozuda que nos podemos encontrar en alguno de sus textos y en alguna biografía que se ha escrito sobre ella, y alguna serie televisiva. Teresa se muestra como humilde sierva de Jesús y viene a reconocer a lo largo de todo este relato autobiográfico que, sin Dios, sin Jesucristo, nada es y nada puede. Y constituye un aviso para los navegantes de la vida. No se es más por tener más, creerse más, gozar de los favores de las gentes o de la fortuna. La única riqueza, su única riqueza la cifraba Teresa de Jesús en su relación con Dios, con Jesucristo. El resto venía por añadidura.

El texto es difícil de leer, pues la versión que he usado conserva gran parte del lenguaje del siglo XVI, así como expresiones y giros que actualmente están en desuso o directamente desaparecidos. Por ejemplo, ¿cuándo fue la última vez que alguno de nosotros ha leído, no ya oído o usado, sino leído la preposición "cabe" en su auténtico significado? Estoy seguro que muchos no sabrán ni lo que es, y muchos no sabemos usarla bien. Pues aquí, Santa Teresa la usa muchas veces: "sentí a su Majestad cabe mí". ¿Alguien es capaz de explicar que quiere decir con ello?

A pesar de todo, vale la pena leer la obra, pero recomiendo primero haber leído los otros dos libros que han salido aquí: "Camino de perfección" y "Las Moradas". Con todo lo dicho, ya no queda más que esperar que la lectura sea del agrado del lector.

Un saludo desde internet.

sábado, 16 de abril de 2022

EL AMOR DE LA SABIDURIA ETERNA. 1703. San Luis María Grignion de Montfort

¡Aviso! Es un libro religioso. Y el que quiera leerlo debe tener en cuenta que está escrito por un santo católico. Luego, entonces, lo que va a encontrar es la interpretación de dicha persona sobre la Sabiduría con mayúsculas, que él la basa en Jesucristo como Hijo de Dios. Por tanto, absténganse aquellos que se echan para atrás de aquellos textos en que se habla de Dios, Jesucristo y la Virgen María. Porque éstos son los protagonistas de las páginas de este libro.

Sin embargo, todos aquellos que quieran sentir palabras de consuelo, de alivio, en el transcurrir de sus vidas; y que no les importe que les hablen de la religión católica, se van a encontrar con una lectura acogedora y preciosista. Se trata, como su título indica, un libro de amor. ¿Y qué es lo que se puede escribir cuando se escribe a la persona amada? ¿Al ser vivo al que más quieres? Pues seguramente lo que destacaremos serán todas las virtudes, todas las características positivas, todo aquello que nos hace que nos sintamos atraídos hacia esa persona que nos llena por entero y que sin ella la vida no tendría sentido.

Por tanto, este libro es un texto dedicado al amor que un cristiano, un cristiano auténtico, no de aquellos de cumplimiento (cumpli y miento), de los cuales, gracias a Dios y a la sociedad de nuestros días, van quedando cada vez menos. Decía que el libro describe el amor que un cristiano auténtico tiene hacia Jesucristo y que se puede observar en todo lo que escribe San Luis María Grignion de Montfort.

San Luis María habla de sus fundamentos cristianos profundos. Pone a la figura de Jesucristo, no al Jesús histórico, sino al Jesús Hijo de Dios, como la Sabiduría Eterna. Y esa sabiduría no la hace equivalente a ninguna ciencia o conocimiento humano. La sabiduría de la que habla el santo es la mística con palabras sencillas, cercanas, y vuelvo a decir, acogedoras.

Se nota que me ha gustado, pero reconozco que debe ser para personas que simpatizan con las figuras religiosas del cristianismo. El resto, lo dicho, abstenerse.

VIDA DE SAN LUIS MARÍA GRIGION DE MONTFORT

Se celebra el día: 28 de abril

Nacimiento: 1673 - Muerte: 1716 - País: Francia

Beatificación: León XIII, 22 ene 1888 - Canonización: Pío XII, 20 jul 1947

Hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

Elogio: San Luis María Grignion de Montfort, presbítero, que evangelizó las regiones occidentales de Francia, anunciando el misterio de la Sabiduría Eterna, y fundó dos congregaciones. Predicó y escribió acerca de la Cruz de Cristo y de la verdadera devoción hacia la Santísima Virgen, y, después de convertir a muchos, descansó de su peregrinación terrena en la aldea francesa de Saint-Laurent-sur-Sévre.

Vida: San Luis María era el mayor de los ocho hijos de Juan Bautista Grignion, modesto ciudadano de Montfort que pertenecía, entonces, a la diócesis de Saint- Malo. Allí nació el santo en 1673. Después de educarse en el colegio de los jesuitas de Rennes, fue al cumplir veinte años a París, a prepararse para el sacerdocio. Como era demasiado pobre para entrar en el seminario de San Sulpicio, ingresó en otra institución dirigida por el P. de la Barmondiére. A la muerte de éste, pasó a un seminario todavía más estricto, en el que reinaba una gran pobreza. Los mismos seminaristas preparaban por turno la comida, «para tener el gusto de envenenarse a sí mismos», según la irónica expresión de uno de ellos. Luis cayó tan enfermo, que hubo de ser trasladado al hospital. Cuando recobró la salud, consiguió ingresar en el seminario de San Sulpicio, donde permaneció hasta el fin de sus estudios. Un año, tuvo el honor de ser uno de los dos mejores estudiantes que, según la costumbre, visitaban un santuario de Nuestra Señora. La peregrinación de aquel año fue a la catedral de Chartres.

El éxito que obtuvo durante sus años de seminario en la catequesis de los niños más abandonados de la ciudad, no hizo más que confirmar su deseo de consagrarse al apostolado. Después de recibir la ordenación sacerdotal, en 1700, estuvo algún tiempo en Nantes, con un sacerdote que se encargaba de preparar a los jóvenes para diversas clases de apostolado y, al fin, fue nombrado capellán del hospital de Poitiers. Pronto emprendió las reformas que necesitaba aquella institución de caridad y organizó, entre el personal femenino, el núcleo de lo que más tarde había de convertirse en la Compañía de las Hijas de la Divina Sabiduría, cuyas reglas redactó entonces. Pero las reformas que había introducido provocaron una violenta reacción, y el santo tuvo que renunciar a su cargo. Enseguida, se dedicó a predicar misiones entre los pobres que acudían en masa a oírle; pero el obispo de Poitiers, a instancias de los enemigos del siervo de Dios, le prohibió predicar en su diócesis. Sin desalentarse por ello, San Luis emprendió, a pie, el viaje a Roma, donde fue recibido amablemente por el papa Clemente XI; al volver a Francia, llevaba el título de misionero apostólico. Como Poitiers siguió cerrándole las puertas, volvió a su tierra natal de Bretaña, donde emprendió una serie de misiones hasta su muerte.

Cierto que la mayoría de las parroquias le recibían con los brazos abiertos, pero no faltaban quienes le criticaban severamente, hasta el grado de que varias diócesis jansenizantes le cerraron las puertas. El santo exhortaba a sus oyentes a llevarle todos los libros impíos para quemarlos públicamente en una gran hoguera, sobre la que colocaba la efigie de una mujer mundana que representaba al diablo. En otras ocasiones, organizaba la representación de la escena en que agonizaba un pecador, cuya alma se disputaban el diablo y su ángel guardián. El santo representaba el papel del pecador y otros dos sacerdotes, los del diablo y el ángel custodio. A pesar de ello, su predicación no era puramente emocional y conseguía frutos prácticos y duraderos, simbolizados por la restauración de alguna iglesia en ruinas, la erección de gigantescas cruces misionales, limosnas muy generosas y profunda reforma de las costumbres. Casi sesenta años después de la muerte del santo, el párroco de Saint-Lô declaraba que muchos de sus feligreses practicaban todavía las devociones que Luis María había inculcado en una de sus misiones. La principal de ellas era la recitación del rosario, para promover la cual fundó numerosas cofradías. Además, hacía aprender al pueblo oraciones rimadas e himnos que él mismo componía y que se cantan aún en muchas regiones de Francia. A lo que parece, su amor al rosario fue lo que le movió a ingresar en la tercera orden de Santo Domingo.

Pero el esfuerzo de evangelización de san Luis no se limitaba a las misiones, pues era de los que creían que debe predicarse la Palabra de Dios oportuna e inoportunamente (2Tim 4,2). En una ocasión en que navegaba por el río, entre Dinant y Rouen, sus compañeros de travesía empezaron a entonar canciones obscenas; cuando el santo los invitó a rezar el rosario, se burlaron de él, pero al fin, acabaron todos por arrodillarse a rezar y escucharon atentamente el sermón que siguió a las oraciones. En otra ocasión, un baile al aire libre terminó de la misma manera. Pero tal vez el santo obtuvo sus mayores triunfos en La Rochelle, que era el centro del calvinismo, donde predicó una serie de misiones famosas y reconcilió a numerosos protestantes con la Iglesia. San Luis tenía, desde hacía tiempo, el proyecto de fundar una asociación de sacerdotes misioneros; pero sólo pocos años antes de su muerte, logró reunir a los primeros misioneros de la Compañía de María. La súbita enfermedad que le llevó a la tumba le sorprendió cuando predicaba una misión en Saint-Laurent-sur-Sévre. Entregó su alma a Dios en 1716, a los cuarenta y dos años de edad. Además de sus versos e himnos, la más conocida de sus obras es el tratado de «La verdadera devoción a la Santísima Virgen», que se divulgó ampliamente de nuevo con motivo de su canonización, en 1947.

Oración: Oh Dios, sabiduría eterna, que hiciste al presbítero San Luis María insigne testigo y maestro de la total consagración a Cristo, tu Hijo, por mano de su Madre, la bienaventurada Virgen María; concédenos que, siguiendo su mismo camino espiritual, podamos extender tu reino en el mundo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).

Tomada de El Testigo Fiel, https://www.eltestigofiel.org/index.php?idu=sn_1399

jueves, 17 de marzo de 2022

EL KYBALION. 1908. William Walker Atkinson

Otro libro cercano a lo religioso, a lo místico, a lo "oscuro". En él se dice que tres iniciados en la ciencia hermética comentan los principios de dicha ciencia que se haya contenida en un escrito, procedente del Antiguo Egipto, que recibe el nombre de Kybalion y que recoge toda la sabiduría de Hermes Trimegisto, el cual es un mediador entre los hombres y una raza superior, los dioses.

He puesto como autor a William Walker Atkinson, pues es él el que lo publica a principios del siglo XX, pero la autoría no se manifiesta de forma clara, en consonancia con los principios herméticos, los cuales están desvelados solamente a los iniciados. Tres de estos iniciados quieren compartir con el mundo ciertos principios que servirán a aquellos que los sepan aprovechar bien.

Es un libro interesante. Mezcla de religión, filosofía y ética. Se lee bastante bien, y cuando acabas te das cuenta que los principios a los que hace referencia son los comunes a todo el pensamiento filantrópico que tanto se extendió durante el siglo XIX, por no hablar que también beben de las distintas normativas de comportamiento que podemos apreciar en todas las religiones.

En fin, un intento de poner la "ciencia" (entre comillas) por encima de la religión, y que se queda en ética disfrazada de ciencia. A pesar de ello, se pueden sacar enseñanzas para el comportamiento humano.

viernes, 4 de marzo de 2022

EL PEREGRINO RUSO. 1853-1861. Anónimo

Nos encontramos ante uno de los libros de religión que, si fuera una película del siglo XX, entraría en la denominación de "road movie". Porque lo que nos narra es el viaje que realiza un peregrino a lo largo de Rusia en el siglo XIX y las circunstancias por las que pasa durante el trayecto del mismo.

Me ha gustado. El gran protagonista no es el peregrino ruso que sirve de hilo narrativo, sino que es la enseñanza de un tipo de oración concreta, una técnica de orar, la "oración del corazón", o la "oración de Jesús". Es una oración corta, sencilla y que habría que estar repitiendo siempre, en todo momento, incluso dormidos. Por supuesto, el libro nos narra que esto último, el repetirla durante el sueño sólo lo han logrado los grandes ascetas y santos.

Es un libro asequible de leer. Aunque es un libro religioso, también se pueden vislumbrar pinceladas de la cultura eslava del siglo XIX. Permite conocer también el pensamiento cristiano ortodoxo. 

En resumen, es un libro que enriquece en muchos sentidos. Claro está, si llegas a él sin ningún tipo de prejuicio.

domingo, 18 de abril de 2021

HILDEGARDA DE BINGEN: UNA CONCIENCIA INSPIRADA. 2012. Régine Pernoud.

 


Si la figura de Hildegarda de Bingen está siendo totalmente revisada en los últimos años, siendo "alzada" al puesto de Doctora de la Iglesia por Benedicto XVI, no se puede descubrir el alcance de esta mujer del medievo únicamente por estos datos.

La autora de esta biografía, Régine Pernoud, la descubrí al hallar una biografía de Leonor de Aquitania. En ella narraba, de forma magistral, toda la vida de la mujer que ha servido de modelo de mujer medieval fuerte, independiente y con carácter.

Régine Pernoud es historiadora, medievalista, paleógrafa y doctora en Letras Francesas; y sus obras han contribuido a situarla como una de las principales medievalistas de finales del siglo XX. Por eso cualquiera de sus obras ("Leonor de Aquitania", "La mujer en el tiempo de las catedrales" y tantas otras) tiene el marchamo de calidad que se pide a cualquier autor que se atreve a contarnos las vidas de personas que vivieron hace 800, 900 ó 1000 años.

Por eso, esta biografía de Hildegarda es mucho más. En ella nos habla sí, de su vida. Pero también nos acerca a su obra y consigue que entendamos el porqué se la ha considerado una de las figuras más importantes del siglo XII. Y no sólo por su obra religiosa, el "Scivias", sino también por su obra profana, sobre la naturaleza, los remedios a las enfermedades que padecían los hombres en aquella época, o sobre la música y el cómo usar ésta como una oración elevada hacia Dios, hacia el Padre.

Además de eso nos encontramos en el libro con la correspondencia que mantuvo, no con sus parientes cercanos, sino con los papas del momento o con emperadores como el mismo Federico II. Y vemos como tanto a unos como a otro los enmienda la plana. No tiene pelos en la lengua para reconvenirlos cuando es necesario. Y estas figuras punteras de su época (no entro en el porqué son punteras, ni es tema de esta entrada) no sólo aceptan las correcciones de la santa, sino que se puede observar en sus respuestas un respeto que puede rozar la admiración en algunos de los casos.

Otro de los puntos importantes del libro es el que recoge los sermones que da la santa en su recorrido, en los últimos años de su vida, por Maguncia y otros lugares en los que existen comunidades cristianas o de monjes, a las cuales acude por expresa petición de dichas comunidades y que reflejan las preocupaciones de la santa, reflejan que, a pesar de sus visiones, era una persona con los pies en la tierra que era capaz de discernir, dentro del comportamiento de su contemporáneos, aquello que puede hacer que la Iglesia Occidental caiga en la separación y el enfrentamiento entre facciones, tal como ocurrirá siglos más tarde.

No me resisto a copiar un texto procedente de uno se sus sermones, en el que la diferencia que marca entre ricos y pobres nos debería hacer reflexionar a todos:

"El rico quiere ser honrado a causa de su fortuna. Se le recibe y se le honra, sobre todo a causa de la ayuda que proporciona contra la adversidad y del temor que provoca su poder. Al pobre se le debe recibir por amor de Cristo y porque es hermano del hombre. Uno y otro no pueden considerarse iguales, pues eso sería no discernir. El rico desdeñaría sentarse en el mismo sitio que el pobre, y el pobre se atemorizaría si tuviera que sentarse junto a él. Pero el pobre debe ser recibido y tenido en consideración por amor de Dios y porque es hermano del hombre. Dios permite que el rico posea riquezas y que las comparta con los pobres, pero en cambio ama la figura del pobre, porque es su imagen. El rico, en efecto, a causa del orgullo de sus riquezas manda sobre los hombres a los que puede dañar, y les trata como si no fueran hombres hechos de la misma forma que él, y al hacer eso comete blasfemia con la palabra hombre, pues el hombre es por sí mismo imágen y semejanza de Dios."

He señalado en negrita aquellos fragmentos que creo más importantes. Y creo que la reflexión nos llevará a tener muy claro dónde estaba el discernimiento de Hildegarda. No es necesario más discursos, ni palabras ampulosas. Con la sencillez de reservar el trato más importante al que cualquier mortal de su época podía aspirar, al reservarlo al pobre, Hildegarda nos demuestra el porqué se la considera actualmente Doctora de la Iglesia. 

domingo, 16 de octubre de 2016

LCP Cap. 39: EL LAIBÓN MAASAI. MUCHO MÁS QUE UN HECHICERO.

Calabaza en la que los Maasai recogen la sangre y la leche de las vacas, para su mezcla y su consumo.

Una vez que había obtenido la cantidad de sangre del buey que el laibón le había pedido, Ikoneti llamó a sus hijos.

-¡Lengwesi, Makutule! ¡Venid aquí!

Inmediatamente los dos niños dejaron la compañía de Mwampaka y corrieron hacia donde estaba su padre.

-Venid conmigo. Vamos a visitar al laibón.

Los niños se pusieron muy contentos. Iban a conocer a una de las principales figuras del poblado Masai. El Laibón es la principal autoridad religiosa, experto en rituales y proveedor de encantos y medicinas, además de consejero espiritual. Pero, sobre todo profeta, "veedor" tal como les gusta llamarse, del más allá; de aquello que va a suceder. Y, basándose en esas profecías, puede ayudar a su gente.

Laibón Maasai. 
También se ocupa de asesorar sobre la oportunidad de entrar en guerra contra las tribus vecinas, fabricar medicinas para proteger a los guerreros de las armas enemigas, autorizar las ceremonias de circuncisión y las correspondientes a los grupos de edad así como realizar los ritos de fertilidad, tanto para las personas como para atraer las lluvias. Ikoneti recordaba cómo, hacía varias generaciones, hubo un laibón que predijo la llegada de los europeos, la llegada del hombre blanco.

Ikoneti se dirigió junto con sus hijos hacia un enkang cercano. Los dos niños no habían estado nunca allí. A la entrada del enkang se encontraron con un hombre anciano, con el cabello cano, muy corto, sentado a la puerta de una de las chozas del mismo. Estaba atendiendo a una mujer Maasai. Esta, por lo que pudieron oír los niños, estaba consultando al anciano por problemas de fertilidad. No conseguía quedarse embarazada.

La mujer no lograba traer descendencia después de la boda, y ello le estaba causando problemas. No se le asignaban cabezas de ganado y estaba siendo relegada a un último lugar en el enkang de su marido. El anciano la estaba escuchando atentamente. Le hizo una serie de preguntas en idioma Maa, que es el idioma propio de los Maasai. Después del pequeño interrogatorio, extendió una piel de cabra entre ambos y cogió un cuerno de buey hueco, tapado en su base por un trozo de cuero y comenzó a agitarlo vigorosamente. Paró un momento y pidió a la mujer que escupiera en su interior. Ésta lo hizo tal como le pidió el laibón.

Ikoneti pudo observar que la mujer se había puesto sus mejores galas. Lucía grandes collares de cuentas colocados uno tras otro. Los brazos y los tobillos se encontraban ceñidos con gruesos filamentos de cobre a modo de pulseras. Enormes pendientes colgaban de los lóbulos de sus orejas, que aún no se habían alargado lo suficiente. Y su cabeza mostraba un color ocre, fruto de la mezcla de ese mineral con sebo de vaca, que había usado la mujer para resaltar su afeitado. Todo estaba previsto para causar la mejor impresión al laibón.
Mujer Maasai, luciendo sus collares, con profusión de cuentas, y los pendientes que provocan enormes dilataciones del lóbulo de la oreja.

El laibón volvió a agitar el cuerno de buey durante un momento y dejó caer su contenido. Una riada de piedras redondeadas de distintos tamaños y colores, claras, grises, oscuras, se esparcieron por la piel de cabra que se encontraba entre la mujer y el anciano. Éste miró fijamente la imagen que habían formado las piedras y, acto seguido, miró a la mujer. Sonrió.

-Tengo la solución para tus problemas. -le dijo.

A partir de ahí le fue detallando lo que debía hacer para volverse fértil. En ese momento, apareció un muchacho que le traía en un cuenco unas ramas y unas raíces. Machacó ramas y raíces en un mortero hasta que se transformaron en un polvo fino. Se lo dio a la mujer para su consumo, mezclándolo bien con líquido, bien con alimento. La mujer se marchó agradecida.
Panorámica del cráter del Ngorongoro en época de lluvias.