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viernes, 24 de julio de 2015

LAUDATO SII, O MIO SIGNORE,...

Laudato Sii, o mio Signore,... Así empieza el Cántico de las Criaturas de San Francisco de Asís (1181-1226). Este texto literario, oración y poesía al mismo tiempo, los franciscanos lo convirtieron en una canción que yo aprendí en los años de mi adolescencia. En este Cántico, San Francisco da gracias a Dios por todo lo creado, y no sólo habla de los seres vivos, aquellos en los que alienta el soplo de la divinidad, sino que incluye dentro de las criaturas de Dios a los astros, el Sol, la Luna, la Tierra y a todo aquello creado por el Señor.

Por ello, cuando el Papa Francisco dió a conocer el título de su primera encíclica, pues la anterior había sido escrita en gran parte por su predecesor Benedicto XVI, me resultó totalmente acertado. Se correspondía con el nombre que eligió el Papa Bergoglio para su pontificado, Francisco, recordando al santo de Asís. Y se correspondía al mensaje que desde el primer momento quería transmitir a todo el mundo.

Tras leerla, he de decir que he ido pasando del reconocimiento a la admiración. Los medios de comunicación han catalogado a la encíclica "LAUDATO SI" como un documento del Papa sobre el medio ambiente. Si se lee, cosa que le será posible a cualquier persona interesada, pues el estilo es directo, no es rebuscado, y la comprensión se hace fácil, se puede comprobar que es mucho más que un simple documento sobre el medio ambiente. Se trata de un escrito donde se refleja el mundo actual de principios del siglo XXI, y está dirigido a todas las personas, no sólo a los cristianos, pues el retrato que hace de los problemas que acucian al hombre de hoy es sumamente acertado.

Comienza el Papa Francisco con lo que le ha llevado a escribir esta encíclica, explicándolo de forma breve y sencilla, y refiriéndose al santo de Asís destacando de él el amor a todo lo creado, al mundo en su conjunto, no sólo al hombre particular. Después pasa a describir los problemas medioambientales que sufre la Tierra en estos momentos y la reacción del hombre ante los mismos, así como la importancia que tienen para toda la humanidad en su conjunto. Aquí se presenta como un profundo conocedor de los distintos aspectos de la degradación que sufre el planeta, de las causas de dicha degradación y de las consecuencias tanto para el medio ambiente como para la humanidad. Muchos no serán capaces de reconocer el grado de sabiduría que tienen sus palabras, sobre todo porque provienen de alguien que representa a una institución, la Iglesia, que pueda parecer que ese tipo de problemas le tocan un poco de lado. Nada más lejos de la realidad. Es un resumen completo y esclarecedor de la situación del hombre y de lo que éste está haciendo con su "casa común" como dice el Papa Francisco durante varias veces en esta encíclica.


Presenta un planteamiento que parte de las raíces del cristianismo, pero que podría ser aceptado por cualquier persona, independientemente de su credo, o no credo. Habla de la raíz humana de la crisis ecológica, de lo que supone realmente la "globalización", de los peligros que presenta y la forma de afrontarlos. 
Nos habla de una "ecología integral" en la que incluye todo. No se trata de salvar las selvas porque son bonitas, no se trata de salvar los mares porque pueden ser las reservas alimenticias del planeta, no se trata de conservar los ecosistemas por su riqueza faunística. Se trata de comprender que la ecología nos incluye a todos, que todos estamos integrados en un sistema único que es la Tierra y que debemos cuidar, la Tierra no es nuestra "heredad", es nuestra "responsabilidad" y según actuemos, así se desarrollarán los acontecimientos.

Por último marca unas líneas de acción, las más adecuadas según todos los distintos líderes de opinión y que se han ido vertiendo y estudiando en las distintas cumbres sobre el futuro del planeta. Da su opinión tanto desde el punto de vista de la fe, como desde las distintas opciones que tiene el hombre actualmente para enfrentarse a los retos que plantea el siglo XXI.


Una última reflexión. "Pacem in terris", enclíclica del Papa Juan XXIII (1881-1963) pasa por ser una de las más importantes, si no la más importante, de las encíclicas del siglo XX. 
En ella, ante el peligro que suponía la guerra fría entre las dos grandes potencias de aquel entonces (EEUU y URSS) el Papa Juan XXIII hacía un llamamiento a la paz entre los hombres, no como idea utópica de bienestar de la sociedad humana, sino como auténtica necesidad para apartar la amenaza de una guerra nuclear que podría acabar con el mundo en ese momento. 

"Laudato si" podría considerarse la encíclica que marca el siglo XXI. Vuelve a pasar algo parecido. El Papa no habla de religión. Habla de la necesidad del ser humano de enfrentarse y superar un peligro que tiene en estos momentos que puede llegar a ser tan grave como la amenaza de la guerra fría. La destrucción del planeta no es algo filosófico, o de ciencia-ficción. La destrucción del planeta se está produciendo ya y todos sufriremos sus consecuencias. Por ello, la encíclica del Papa Francisco puede ser la encíclica del siglo XXI, pues nos describe el problema de la humanidad de hoy y la forma de resolverlo. 

Recomiendo a todos su lectura. Es enriquecedora e iluminadora.


domingo, 26 de abril de 2015

EL PAPA NO ES UN "PRINCIPE DEL RENACIMIENTO"


¡¿Qué?! ¿Que los pobres, los inmigrantes, los sintecho, son los invitados de honor del Papa? 
¿Y qué pasa con nosotros? ¿Los que cumplimos fielmente con los "deberes" de la Iglesia? ¿qué pasa con los que cumplimos fielmente los "reglamentos" de la Santa Madre Iglesia? 
Quizá yo preguntaría a todos aquellos que se hagan esas preguntas:
¿POR QUÉ NO TE PREGUNTAS QUÉ PASA CON LO QUÉ REALMENTE TE PIDE JESÚS DESDE LOS EVANGELIOS? Así de simple.
A mí me ha sorprendido la noticia. No porque no lo esperara de alguien con la personalidad que tiene el Papa Francisco, sino por el protagonismo que está dando en todo su "mandato" a todos los auténticos "desheredados" de este mundo que son los auténticos elegidos por Jesús de Nazareth, aquel al que los cristianos, entre los que me incluyo ¿por qué no?, decimos seguir.

El enlace de la noticia nos cuenta cómo está previsto que se desarrolle el próximo concierto de la Ascensión que se celebrará en la sala Nervi del Vaticano. 

Hasta hace 2 años venía siendo una especie de recepción a los distintos representantes del gobierno, instituciones, internacionales y nacionales, públicas y privadas. Cuando se encontró el Papa Bergoglio dicho acontecimiento decidió no acudir por problemas de agenda y la silla quedo "vacía".

Posteriormente trascendió a la prensa italiana que Francisco no se consideraba un "príncipe del renacimiento" para asistir a una acontecimiento con dicho boato y de esa manera. Así que ha decidido, sin eliminarlo, pues un concierto siempre es un hecho agradable, darle su sello distintivo; sello que se encuentra muy cerca siempre de lo que el evangelio suele relatar de Aquel al que representa. 

Ha decidido que los invitados de honor sean los más necesitados. Aquellos que, a través de las distintas asociaciones de caridad y voluntariado, salen día a día adelante. Pero claro, sólo los que en un momento u otro hayan pasado por esas situaciones o hayan compartido esas necesidades, sabrán de lo que hablo.

Mientras tanto, dar gracias a quien corresponda de que alguien que tiene "poder" no se considere ningún "príncipe del renacimiento".

sábado, 24 de enero de 2015

LA POLÉMICA DE UN HOMBRE VALIENTE


Hace unos días, y a raíz de los atentados de París, un periódico de tirada nacional publicó las declaraciones del Papa Francisco en el avión, en su viaje de ida pastoral a Sri Lanka y Filipinas. Estas declaraciones, que dicho diario tildaba de polémicas, fueron realizadas al preguntarle por los atentados, y después de dejar bien claro que la violencia no se puede justificar por la fe en ningún Dios, incluido, como no el cristiano, profundizó el tema con una reflexión.
En esta reflexión dijo algo que podía llamar a la polémica. Dijo que "no se puede ofender" ni se puede "ridiculizar" la fe, el pensamiento, de millones de personas. El diario en cuestión lo presentaba como una especie de "justificación" de los crímenes perpetrados en París. Nada más lejos de la realidad.
La presencia en la cúspide de la Iglesia de Roma -él siempre ha querido caracterizarse como obispo de Roma, "primus inter pares" según el dicho medieval- de una persona mediática, sincera, honesta con su pensamiento es lo que tiene. Los que ayer le aplaudían su aperturismo, hoy le intentan recriminar sus pensamientos. Aquellos que deseábamos que entrara el aire fresco a raudales en la anquilosada jerarquía eclesiástica aplaudimos el aperturismo tanto como estas declaraciones que, aparentemente retrógradas, confirman sin embargo la honestidad de quién las pronuncia.
Y las pronuncia plenamente consciente de lo que pueden suponer para él. Menoscabo de su popularidad, antipatía de ciertos sectores "progresistas", malinterpretación de cúpulas anquilosadas en la lucha de ideas, etc.
Por eso es valiente. Tanto ahora, como antes. Pero además es valiente porque defiende uno de los derechos fundamentales del ser humano, uno de los derechos que fue defendido allá por 1789, cuando en la misma Francia que actualmente ha sufrido los atentados, se levantó la bandera de la libertad. La bandera de la libertad de pensamiento que desde entonces todos los pueblos de la Tierra han hecho suya. La libertad de pensamiento, el derecho a pensar diferente y no ser vilipendiado por ello. Por supuesto, los estudiosos de la Revolución Francesa podrán explicar mucho mejor todos los entresijos del levantamiento. Podrán hablar de los desmanes que se produjeron en nombre de dicha libertad. Pero todos ellos convendrán conmigo que hay un antes y un después de esa revolución. Que ni siquiera la Revolución Rusa de 1917, con todas las consecuencias políticas que trajo consigo, que fueron muchas y muy importantes, marcó un cambio de era como lo hizo la Revolución Francesa.
Por tanto, el Papa Francisco sigue siendo "revolucionario". No va en contra de la libertad de expresión, cada cual puede expresar su conformidad o inconformidad. Simplemente señala que cualquier pensamiento, por extravagante o contrario a nosotros que sea, debe ser respetado. 
Y el respeto debe ser mutuo. Y el respeto debe abarcar a todo ser humano. Y si se debe respetar el pensamiento de todo ser humano, mucho más, mucho más importante, es respetar la vida de cualquier ser humano, incluido el que piensa distinto, o el que cree que nuestras creencias son risibles. El de éste último mucho más aún.