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jueves, 19 de marzo de 2020

ESOS ADORABLES PEQUEÑUELOS. Cap.18: La muleta.

Me recuerda mi mujer un hecho qué ha pasado en esta última Navidad. Ha estado unos días con nosotros mi madre.

La mujer, aparte de otras afecciones, sufre una hernia discal lumbar. Fue estudiada por neurocirugía y debido precisamente a las otras enfermedades que posee, y las complicaciones que éstas pudieran dar en la intervención quirúrgica, decidieron que no solo no la operarían, sino que no querían ni saber nada del asunto. El resultado fue que la "desecharon" para realizar en ella ningún tipo de operación y la dieron de alta. Y allí te las compongas.


Ésto ocurrió hace ya algunos años. De unos meses esta parte, parece que la hernia debe haber aumentado, pues no solamente le duele más, sino que el dolor le recorre, le "dimana", de la cadera hasta la punta de los pies. Cómo médicamente no se podía hacer gran cosa, ni corta ni perezosa, sin encomendarse a Dios ni al diablo, se compro una muleta, la cual usa con mucho orgullo, y diría que hasta alegría, porque además de ayudarla en sus desplazamientos largos, léase fuera de la casa, permite mantener su estatus de mujer enferma como el soldado que luce las medallas al valor.

Bueno al lío. Mi hija ha estado con ella estos días y, por supuesto, le ha preguntado por qué lleva la muleta. Mi madre le ha contestado en todo momento que la lleva porque le duele la pierna. Junto con ello, mi niña, recordemos que aún no ha cumplido los 3 años, ha visto que bastantes veces nos costaba a mi mujer y a mí desplazarla para que saliera a la calle. Y siempre que conseguíamos que saliera a dar una vuelta teníamos el "soniquete" de que le dolía la pierna, cosa que no niego en ningún momento punto. Y por fin, gracias al consabido "soniquete", conseguia que el paseo fuera más corto y regresáramos antes a casa.


Pues bien, hace unos días mi hija no quería bajar a la calle en brazos, sino que la cogiera su madre. Empezó que le dolía la rodilla como papá. Al ver que papá, o sea yo, le decía que por eso bajaba todas las mañanas a andar, para mejorar la rodilla, cambio de táctica. ¿Qué dijo? "¡Mamá, me duele la pierna!" Al insistir su madre en que se pusiera andar y no se quejará, ya os amazing eyes por dónde van los tiros, le pidió a su madre, ¡una muleta!

La niña había visto que al estar la abuela coja y con muleta la hacíamos más caso, e intentó hacer lo mismo con nosotros. Pero da la casualidad que no resultó. A mi hija todavía la puedo coger en brazos, darla vueltas y moverla a mi antojo, físicamente, porque mentalmente ha salido muy fina, y de eso va precisamente esta serie de entradas. A mi madre, por fortuna o por desgracia, ya no la puedo mover a mi antojo,  ni física ni mentalmente. Porque, además, eso de que los ancianos se vuelven como niños y se les puede engañar fácilmente ¡miau! como dicen en mi pueblo.


Con todo, ya le llegará la edad a mi hija de que me empiece a dar vueltas a mí, en la que todos los padres coinciden que es la peor edad: la adolescencia.

Queridos amigos, nos vemos en la red.


martes, 29 de diciembre de 2015

EL ESPÍRITU DE LA NAVIDAD

Es una expresión que siempre me ha resultado curiosa. Que poco a poco ha ido tomando cada vez más fuerza en nuestra sociedad consumista. Que se ha ido resumiendo en nuestra civilización occidental en las comidas de empresa con los compañeros de trabajo; en las reuniones familiares de parientes que quizás, el resto del año no se ven e incluso se ignoran; en el deseo de parabienes entre amigos lejanos que se envían fotos a través de Whatsapps -pues ya no hace falta siquiera realizar el esfuerzo de comprar una tarjeta navideña, escribir cuatro frases y echarla al correo-, Y que se ha ido representando por un señor barbudo y canoso, barrigón, con un traje de lana rojo, con terminaciones blancas y cinturón blanco, que intenta meterse por una chimenea inexistente en nuestros edificios actuales para dejar regalos la noche del 24 de diciembre. 

Cristo como Sol Invicti
Mosaico romano s.III d.C. 
Pues bien. Llega la resaca del 25. Los platos por fregar. La basura por bajar. Los cartones de los juguetes de los niños por recoger y el terrible dolor de cabeza de los que se hayan pasado con la bebida la noche anterior. Incluso en alguna reunión familiar, habrá habido algún altercado y habrán acabado las cosas mal. Y el famoso "espíritu navideño" se habrá ido a freír espárragos, pues bien es sabido que los niños, los locos y los borrachos son los únicos que dicen la verdad; o que creen decirla. En suma, un cuadro muy "edificante" de una celebración que hunde sus orígenes en unas creencias de las que la sociedad occidental está renegando. Las creencias cristianas. Sí, ya lo sé. Los eruditos me dirán: "Sr. Jesús, tenga usted en cuenta que la fecha del 25 de diciembre la puso la Iglesia el solsticio de invierno para juntar su celebración con la del sol invicti de los romanos." Habría mucho que discutir, pero de acuerdo, acepto la corrección. Y la acepto, porque no van por ahí los tiros de este post de hoy. Como tampoco van, como pudiera parecer por lo comentado hasta ahora, por el materialismo que ha inundado las fiestas navideñas desde el último tercio del siglo XX hasta nuestros días. No. Me refiero al significado de la expresión "el espíritu de la Navidad".

¿Llegamos a entender nosotros, ciudadanos "de un lugar llamado mundo -occidental, siglo XXI, lejos de lugares de conflicto-", lo que significó la primera Navidad? ¿Llegamos, por tanto, a entender lo que realmente estamos celebrando, el hecho que ha dado lugar a esta celebración a lo largo de los últimos 20 siglos -si somos puristas 16 siglos-?

Intentemos situarnos. Si partimos de la tradición, tenemos el portal de Belén. José, María, Jesús recién nacido, el buey, la mula, los pastores que llevan sus cosas para adorar al niño, etc. Quieren que "desbrocemos" la tradición, igual que hicimos con la de los "Reyes Magos" hace aproximadamente un año, ¿se acuerdan?


Empecemos. En primer lugar, fuera buey y fuera mula. Son introducidos muy posteriormente, cuando la piedad popular de la Edad Media considera que al ser un establo dónde dio a luz la Virgen María, perfectamente podría haber en él un buey y una mula. Y como en la Edad Media, la población de las aldeas solía compartir vivienda, incluso habitación dormitorio con sus animales de labor, que mejor que asegurar una "calefacción natural" para el recién nacido Niño Dios. Bien, buey y mula fuera.

Los pastores, que le adoran y le llevan presentes, o sea regalos. Permitidme la expresión: ¡Y una leche! El evangelio de S. Mateo no habla de pastores en absoluto, sólo cuenta el episodio de los Magos. Y el de S. Lucas, que es el que cuenta el de los pastores sólo dice que volvieron al pueblo y difundieron la noticia. Os transcribo el pasaje:


2:15 Después que los ángeles volvieron al cielo, los pastores se decían unos a otros: "Vayamos a Belén, y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos ha anunciado". 
2:16 Fueron rápidamente y encontraron a María, a José, y al recién nacido acostado en el pesebre. 
2:17 Al verlo, contaron lo que habían oído decir sobre este niño, 
2:18 y todos los que los escuchaban quedaron admirados de lo que decían los pastores.

Asi que eso de regalitos al niño, tradición, pero nada más. Otra tradición a desmontar. Y aquí alguién puede que me apedree. Tanto en la Biblia de Jerusalén como en la Biblia Septuaginta no he encontrado el pasaje de "parió sin dolor". No dice en ningún sitio, según afirma la tradición cristiana, que la Virgen María pariera sin dolor. En este caso vuelve a ser S. Lucas quién habla de ello, porque S. Mateo no hace ninguna referencia. Os lo vuelvo a transcribir:

2:6 Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; 
2:7 y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue.

Luego el parto debió ser tan normal como el de cualquier otra mujer, con sus dolores, sufrimientos, temores y tantas otras cosas más. Y además, no en un sitio normal, pues una vez nacido, tuvo que acostar al niño en un pesebre, lo cual indicaba que estaban en un establo, pues "no había lugar para ellos en el albergue". 


Otra tradición que se cae. No se rechaza a la pareja de Nazaret porque la población belenita es "mala". No es que no se quiera dar cobijo a una embarazada porque la maldad ha "anidado" en el alma de los habitantes de Belén. Simplemente no hay ningún sitio libre, y el único libre es un establo, y antes que quedar a la intemperie, José decide que es el mejor sitio para pasar la noche y allí les llega el momento del nacimiento de Jesús.

Y ahora, después de desmontar todas las "tradiciones" que se han ido acumulando sobre el nacimiento de Jesús, volvamos a nuestro mundo y a la pregunta que hacía antes. ¿Entendemos el acontecimiento que en realidad celebramos el 25 de diciembre? (Quede claro que me importa un rábano que sucediera el 25 de diciembre que el 14 de abril). Imaginemos por un momento:


El día del nacimiento de Jesús, una pareja de jóvenes, él 24 años aproximadamente, ella 15 años más o menos. Ella se encuentra embarazada de ocho meses y pico. Habían realizado un viaje de unos 170 km. a lomos de un burro, para registrarse por orden de una autoridad que estaba a miles de kilómetros de distancia. Habían hecho el trayecto por caminos de piedra y tierra, lodo y fango. Llevaban lo puesto y un hatillo, una especie de bolsa de viaje, con lo necesario (por favor, visualicen la escena). Llegan al pueblo al anochecer. Esta lleno de gente, pues es el destino de multitud de viajeros. Van preguntando por varias fondas y en ninguna encuentran habitación, ni siquiera hueco. Al final, alguien les dice que si quieren, en un establo pueden guarecerse de la noche, el joven mira a su esposa y ésta le asiente levemente mientras en su cara aparece un rictus de dolor. El joven acepta y guiado por el posadero se dirige al establo. 

Allí se acomodan lo mejor posible. Sin embargo, los dolores son cada vez más continuos, y la joven no puede aguantar le pide ayuda a él y el muchacho no sabe que hacer. Nunca se ha visto en esa situación. Si se va, la deja sola, abandonada en un establo. Si se queda, no puede ayudarla. Ella le pide un abrazo. Y así, a cada contracción, a cada grito, nota como sus manos se contraen en sus brazos, como sus dedos se clavan en su piel, y él la abraza intensamente, no puede hacer otra cosa. Al final, nota un esfuerzo inmenso por parte de ella. Ella, con dolor inmenso, empuja y nota que de su interior sale un cuerpo, se desliza un ser. Llama a su pareja, que se desase por un instante, se gira y mira su entrepierna. Entre restos de sangre ve un niño. Le coge, le agita y el niño empieza a llorar, y le pone en el regazo de la joven madre. 

La madre mira al niño feliz, le abraza a su pecho y abrazada a él, mira a su joven marido y sonríe. Con solicitud, limpian al niño de los fluidos del parto y lo envuelven en unos trapos limpios que han conseguido guardar para la ocasión. Buscan a su alrededor un sitio donde poder poner al niño para mientras poder limpiar a la madre. Lo único que ven es el pesebre lleno de paja para las ovejas, y el mullido de las pajas les parece el mejor sitio para que pueda descansar ese rato. Una vez que la madre quede lavada y limpia volverá a cogerle en sus brazos y podrán disfrutar de su presencia.


Queridos amigos. Feliz Navidad.