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martes, 19 de mayo de 2015

ENSEÑARAS A VOLAR


Enseñarás a volar,
pero no volarán tu vuelo.
Enseñarás a soñar,
pero no soñarán tu sueño.
Enseñarás a vivir,
pero no vivirán tu vida.
Sin embargo...
en cada vuelo,
en cada vida,
en cada sueño,
perdurará siempre la huella
del camino enseñado.

Madre Teresa de Calcuta.

Hoy es un martes normal. Un día cualquiera en la vida de un ser humano cualquiera. Me refiero a mí. He salido a la terraza. Estoy imposibilitado por una lesión de rodilla que está durando más de lo que a mí me hubiera gustado. En la terraza me da el aire. Veo volar a las aves. Vencejos, palomas, gorriones, grajillas. Incluso a lo lejos, en lontananza como solían decir mis viejos profesores, puedo observar como asciende una cigüeña usando las corrientes térmicas. Ha volado hasta una de ellas y, con las alas extendidas, se deja ascender suavemente, formando círculos hacia el cielo, para alcanzar altura y después iniciar su jornada de caza, de alimentación. 


Lejos, quizá en mitad de la población dónde vivo, están sus polluelos. Estamos a mediados de mayo. Los cigüeñinos deben estar ya bastante crecidos. La esperarán en el nido, aleteando, ejercitando las alas para el primer vuelo. Para su primera experiencia con el aire, el viento, la libertad de movimientos en un fluido que les permite desplazarse en todas las direcciones del espacio. Pero antes deben aprender, deben crecer y deben ser "enseñados" por sus progenitores.

Y al leer una revista, encuentro esta poesía, esta reflexión de la Madre Teresa de Calcuta: "Enseñarás a volar, pero..." Pero esa es la grandeza de ser padres. Una grandeza que muchos padres no entienden. Los padres deben, debemos, enseñar a nuestros hijos a moverse en el mundo. Los padres debemos enseñar a soñar, debemos enseñar a vivir. Pero debemos tener en cuenta que nuestros hijos deben vivir su vida, soñar su sueño, volar su vuelo. 

Algo que muchos confunden es la educación con el adoctrinamiento. Muchos quieren que sus hijos sean lo que ellos quieren. Otros desean que sus hijos no cometan los mismos errores que ellos, y, debido a ello, cometen otro error: intentar dirigir la vida de sus hijos. Y algunos, llevados de un pensamiento de "progreso" mal entendido, dejan que sean sus hijos, y no ellos, los que marquen lo que aprenden y no aprenden, sin darles ningún tipo de criterio para que se puedan guiar. Es como si las cigüeñas no enseñaran los primeros pasos en el vuelo a sus crías. Éstas posiblemente acabarían cayendo al suelo y lastimándose, quizá tanto que no podrían levantar el vuelo.

Los padres debemos educar, enseñar el camino a nuestros hijos. Y se lo debemos enseñar según la mejor manera que conocemos nosotros para andar el camino. Debemos darles los instrumentos y mostrarles las habilidades necesarias para recorrer dicho camino. Cómo nosotros sabemos, sin vergüenza ni complejos, con la certeza que les estamos ayudando realmente. 

Pero además debemos ser valientes, y una vez que tienen las habilidades, dejarles caminar solos su propio camino. No podemos evitarles las caídas, ni las dificultades. Son ellos los que deben hacer su camino. Son ellos los que deben vivir su vida. Y somos nosotros, los padres, los que debemos realizar el último gran acto de amor hacia nuestros hijos:

Dejarles soñar su sueño.