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sábado, 29 de noviembre de 2014

LA NADA FINANCIERA

Esta mañana, en una emisora de radio, una economista reconocía que el conjunto de su profesión no había sido capaz de pronosticar la gran crisis económica que afecta al mundo occidental desde el año 2008.

Y uno se pregunta cómo es posible que personas formadas, que sabe; o al menos creen saber; cómo funcionan los entresijos de un entramado tan complejo como es el de las finanzas del mundo occidental, no se hallan dado cuenta de lo que iba a ocurrir cuando alguien, en algún sitio quisiera materializar los beneficios de una transacciones financieras, y al hacerlo descubriera que había estado comprando y vendiendo la nada.



La nada es uno de los principales personajes del libro "La historia interminable" de Michael Ende. Una recomendación literaria magnífica para niños de 10 a 20 años -sí, hasta 20 años, e incluso para adultos- y que en estas fechas puede suponer un regalo fuera de lo normal. En el libro, el protagonista, Bastian, debe luchar para que la Nada no se apropie del país de Fantasía. No descubro el final para que aquellos que no lo han leído disfruten de esta obra.



Nosotros, por desgracia, en nuestro mundo real no hemos tenido ningún "Bastian". No hemos tenido ningún héroe o ningún niño; pues a veces para comprender las cosas más complicadas hay que ser tan simple como una niño; que se diera cuenta de esa "nada" financiera que estaba creciendo con el beneplácito de toda la comunidad de expertos en economía del primer mundo. Que nos avisara que esa "nada" terminaría mostrándose como realmente es y acabaría con los sueños de riqueza y opulencia de las sociedades de ese primer mundo al que pertenecemos.



Porque no nos llamemos a engaño. Aquello que nos mantenía ciegos ante la enorme bola de vacío que se estaba creando, era nuestro afán de riqueza y opulencia, no el estado de bienestar, como algunos sectores de opinión quieren hacernos creer. Quisimos tener mucho; cuando tuvimos mucho quisimos tener más; y así fuimos alimentando el enorme edificio de opulencia hasta que éste no pudo sostenerse y se desmoronó. Porque eso es lo que le ocurre a los edificios que se construyen sin cimientos: Que al alcanzar un cierto tamaño, caen por su propio peso.



Así ocurrió en la crisis del 2008. En los años anteriores se jugo tanto con la ambición humana que al final lo que se construyó fue un castillo en el aire. Y los castillos en el aire son muy bonitos, pero sólo se sostienen en los cuentos.