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domingo, 31 de julio de 2016

LCP XXIX: CÓMO VIVE LA TRIBU HAMER?


Queridos amigos de La Cultura de los Pueblos. Hace aproximadamente una semana acabé con esta pregunta, y prometí que en el curso de la siguiente entrada dedicada a este pueblo os lo desvelaría. Aquellos que hayáis estado siguiendo mi serie sobre los pueblos del valle del río Omo, encontrareis una gran similitud con respecto al último pueblo que vimos, los Karo. Aquí intentaré destacar aquellos aspectos en que se pueden diferenciar o que sean más importantes en el pueblo Hamer que en el pueblo Karo. Vosotros seréis los que juzgareis si lo he logrado. Por mi parte, ése será mi empeño. Pero empecemos.

Cerdo salvaje africano también conocido como Facócero

Los miembros de la tribu Hamer se ganan la vida como pastores de ganado y agricultores. Hace tiempo también se dedicaban a la caza, pero los cerdos salvajes y los antílopes pequeños casi han desaparecido de las tierras en las que viven. Por otro lado, hasta hace 20 años, la forma de cultivo y siembra que conocían era la realizada a base de palos que introducían en el suelo realizando el agujero correspondiente y echando en él la semilla.


Forma de siembre realizada con palo de perforación conocido
con el nombre de "digging-stick" por los expertos















La tierra no es propiedad de los individuos como tal; se encuentra libre para el cultivo y para el pastoreo. También ocurre esto en el caso de la recolección de frutas, como las bayas. Los poblados Hamer suelen trasladarse de sitio cuando la tierra se ha agotado o bien se ha llenado de malas hierbas y no pueden obtener una mejora de sus condiciones.

Las familias suelen poner en común su ganado y de esta forma pastorean juntos, para obtener un mejor resultado de esta actividad. Sobre todo en la estación seca, familias enteras viven en campos de pastoreo comunes junto con sus rebaños, en los cuales sobreviven gracias a la leche y la sangre del ganado. Al igual que para las otras tribus que hemos estado viendo en el valle del Omo, el ganado bovino y las cabras constituyen el corazón de la vida del pueblo Hamer. Ellos constituyen la piedra angular de la vida en los hogares. Gracias al ganado y a las cabras, por ejemplo, un hombre podrá casarse, pues con ellos puede pagar “el precio de la novia” a la familia de ésta.

Anciano Hamer con su buey a las afueras de Turmi

En el pueblo Hamer suele existir una división del trabajo según el sexo y la edad del individuo. Las mujeres y las niñas trabajan en los cultivos, sobre todo el sorgo, que es el alimento básico, al que se le suma el maíz, la calabaza y los frijoles. También serán las responsables de la recolección de agua, de la cocina y del cuidado de los niños. A partir de los ocho años deben comenzar a ayudar a la familia también en el pastoreo de las cabras.

Los hombres jóvenes trabajan en los cultivos, defienden los rebaños de las incursiones de los pueblos vecinos, o incluso son ellos los que realizan dichas incursiones a otros pueblos para obtener nuevas cabezas de ganado, robadas, por supuesto. Los hombres adultos se dedican a reunir el ganado, arar la tierra con bueyes y elevar y cuidar las colmenas en los árboles de las acacias.

En ocasiones, para un trabajo tal como levantar un techo de una choza o recoger la cosecha de sorgo, una mujer invita a sus vecinos a unirse a ella, formando un equipo de trabajo. A cambio de este esfuerzo, la mujer los agasajará bien con cerveza, o bien con una suculenta comida de cabra; cabra que será especialmente sacrificada para la ocasión.

Los padres Hamer tienen un gran control sobre sus hijos, los cuales cuidan del ganado y las cabras para la familia. De hecho, son los padres los que dan el permiso para que los hombres se casen, y muchos de ellos no se casan hasta que alcanzan los treinta y tantos años. Sin embargo, las niñas tienden a hacerlo aproximadamente a la edad de diecisiete. ¿Por qué tanta diferencia? Vamos a verlo.

Joven Hamer adornada para la ceremonia del Ukuli-Bula

El matrimonio requiere un, digamos, “precio de la novia”. Se trata de un pago que se realiza a la familia de la mujer y que generalmente se compone de cabras, ganado vacuno y de armas de fuego. Como se puede uno imaginar, el precio es muy alto, 30 cabras y 20 cabezas de ganado bovino al menos, que no puede ser devuelto normalmente en toda la vida del novio. Esta "dote" se paga como si se tratara de un préstamo bancario, y se va satisfaciendo en cuotas a lo largo del tiempo.

Una de las consecuencias de este “préstamo” es que cada vez que la familia del novio tiene una considerable cantidad de ganado, ahí estarán los hermanos de la madre de la novia para reclamar las deudas pendientes de ésta. ¿Qué ocurre entonces? Que los hombres Hamer no pueden aumentar sus riquezas y su ganado, pues ven como éste es reclamado por los parientes de su mujer. Sin embargo, hay casos en que el hombre Hamer es lo suficientemente rico, entonces puede permitirse hasta tres o cuatro esposas. Las mujeres, en cambio, sólo se casan con un hombre. Existe, por tanto, la poligamia.

Viuda Hamer. Se distingue su gargantilla de casada con la protuberancia delantera
Todas estas costumbres lleva a que los hombres sean mayores que sus esposas, incluso sacándoles varias décadas de diferencia, por lo tanto, mueren primero. ¿Consecuencia? Los hogares Hamer están encabezados por las mujeres que han sobrevivido a sus maridos. En algún poblado se ha encontrado que, de las 39 mujeres no solteras del mismo, 27 de ellas eran viudas. La mujer viuda también ejerce su influencia sobre los hermanos más jóvenes del marido, lo cual significa que tiene derecho de decisión sobre el ganado de los mismos siempre y cuando los padres de dichos jóvenes hubieran muerto, caso que no suele ser infrecuente en el pueblo Hamer. Todo esto nos habla de la importancia de la figura femenina de la viuda dentro del pueblo Hamer.

La presencia de hermanos y hermanas en la familia es importante también para los individuos de la tribu Hamer en otros momentos del transcurrir de su vida. Uno de los ejemplos más importantes, y más dramáticos desde nuestro punto de vista occidental, es el de la flagelación ritual antes de la ceremonia del salto del ganado.

Pero quizá eso sea materia para la próxima entrada.
Mientras tanto, queridos amigos, nos vemos en la red.

Nos despide hoy la sonrisa de una niña Hamer

domingo, 6 de marzo de 2016

EL HIJO PRÓDIGO, UNA PARÁBOLA ACTUAL


El evangelio que se lee hoy en todas las iglesias corresponde a la parábola del hijo pródigo. En ella, el hijo menor exige la parte de su herencia al padre, se marcha del hogar familiar y se la gasta de forma totalmente irresponsable. Al acabar con la herencia, tiene que aceptar cualquier tipo de trabajo para malvivir, hasta que recapacita, se arrepiente y decide regresar a casa de su padre a pedir perdón y solicitar que se le admita como simple criado. El padre, al verle, no solamente le perdona sino que organiza una fiesta para celebrar que ha recuperado al hijo que daba por perdido. Pero el hijo mayor no acepta la generosidad de su padre con su hermano pequeño. No entiende el porque se porta así con aquel que ha dilapidado su fortuna de tan mala manera y, sobre todo, no entiende cómo le iguala a él que siempre ha estado a su lado. El padre le intenta hacerle comprender el porque. No es justicia, como pide él; es misericordia, como le dice su padre.


Espero no haberme extendido mucho en mi resumen, pero es que era necesario contarlo así para entender lo que quisiera transmitir en este momento. Y es que la parábola es muy actual. Por desgracia. Se puede analizar desde un montón de puntos de vista. Da para libros enteros. Pero yo me voy a referir solamente a un hecho actual. Hoy la parábola tendría algunas variaciones, para desgracia de algunos protagonistas de la misma. Esas variaciones son: el padre ha muerto, el hijo mayor es dueño de la casa, y el hijo menor está llamando infructuosamente a las puertas y nadie quiere abrirle ni tan siquiera la parte del establo dónde se guardan los animales y dónde tendría cobijo para el duro invierno. ¿Ven por dónde voy?

Consejo de Europa 2015

Europa hace unos años se declaró muy ufana en una Constitución en la cual renunciaba a su pasado de civilización cristiana. Renunciaba a Dios. Se declaraba muy ufana de ser una civilización laica, sin Dios, en la cual solamente la razón, el bien común, el bienestar de los pueblos era suficiente para conseguir unos comportamientos éticos y morales que fueran el ejemplo para el resto del mundo. Como una nueva civilización griega, íbamos a ser la antorcha que iluminaríamos al mundo con el fulgor de la cultura. Por tanto, no necesitábamos la figura de ningún "padre". Por tanto, murió el padre de la parábola.

Constitución Europea

De esta forma, nos erigíamos en el hermano mayor, aquél al que había que dirigirse ante cualquier problema. Aquél al que había que consultar ante cualquier duda. Aquél al que había que solicitar cualquier ayuda. Y, por tanto, nos hicimos los dueños de la casa.

Zoco de Damasco (antes de la guerra civil de 2011)

¿Y el hermano menor? Ya lo habréis adivinado. Fueron todos aquellos pueblos que nos tenían como espejo. Que se miraban en nosotros porque aspiraban a nuestro nivel de vida. Que soñaban con que algún día pudieran llegar a tener el mismo bienestar del que nosotros disfrutábamos.

Hasta aquí, bien. Hasta aquí, el equilibrio. Pero llegó algo que cambió. El hermano menor recapacita y decide ir a casa del padre y solicitar ayuda, aunque sea la de un criado. Posiblemente, si Jesús de Nazareth estuviera físicamente conmigo ahora (déjenme que lo imagine por un momento) me miraría entre sonriente y melancólico y me preguntaría: "¿Estás seguro?" Yo seguramente levantaría la cabeza y le devolvería la mirada y le respondería atolondrado: "Sí." Y Él insistiría: "¿Seguro que vienen por recapacitar?"

Refugiados sirios

No. No vienen por recapacitar. No vienen porque hayan gastado su parte de la herencia. No vienen porque éste sea su hogar que hayan abandonado hace algún tiempo. Es algo mucho peor. Vienen porque su hogar, su mundo, ha sido destruido con bombas, con armas, con misiles que han sido fabricados por nosotros, vendidos por nosotros, a aquellos que los están lanzando sobre ellos. El hermano mayor es el que está destruyendo el medio de vida del hermano menor. Y cuando el hermano menor viene a las puertas de la casa del hermano mayor, éste último le niega la entrada. Normal, natural. El padre ha muerto.