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viernes, 30 de enero de 2015

LA CIUDAD DE LA MUERTE. LA CIUDAD DE LA VIDA

La India te atrapa o te expulsa. Viajar a la India, conocerla, suele provocar un antes y un después en aquellas personas que la visitan. O quedan totalmente prendados de ella o vuelven detestándola profundamente.

Pero dentro del extenso territorio de la India, en el que cabrían más de diecisiete Españas; que presenta una población de más de 1.200 millones de personas, existe una ciudad, a las orillas del río Ganges en donde esta sensación se hace aún más evidente.

Benarés (Varanasi) es una ciudad de aproximadamente tres millones y medio de
habitantes. Se trata de una de las ciudades más antiguas de la tierra, sus orígenes datan del 3.100 a.C. Asentada en la orilla izquierda del río Ganges, en la parte externa de uno de los grandes y abundantes meandros que realiza el río a lo largo del estado de Uttar Pradesh, cubre toda la parte convexa de la curva descrita por el Ganges. En ese mismo estado de Uttar Pradesh, pero a 534 km de distancia, se encuentra una de las maravillas de la India y de la arquitectura mundial: el Taj Mahal. Pero volvamos a la ciudad.

Benarés es una de las siete ciudades santas del hinduismo. Si el Ganges es el río santo por excelencia, Benarés es la ciudad de las cremaciones, es el lugar donde todo hindú sueña con ser quemado en las piras funerarias de los escalones que bajan al río y se hunden en sus aguas, para que posteriormente sus cenizas sean lanzadas al río donde su espíritu se fundirá con Vishnu, el Dios supremo del panteón hindú.


Los tramos de escaleras que bajan al Ganges reciben el nombre de "ghats". Hay unos ochenta. En ellos no está permitido tomar fotos, y se usan tanto para las piras funerarias como para los baños rituales. Los más visitados son los de la universidad, al sur, y los de la estación de tren, al norte. También hay un ghat de las cremaciones donde se acumulan las piras funerarias. A lo largo de los escalones se pueden ver sadús o sadus, llamados despectivamente en Occidente santones. Son hombres que abandonan a su familia, mujer e hijos para alcanzar la pureza espiritual, a través de las
enseñanzas del Mahabharata, uno de los libros sagrados de la religión hindú. A cierta distancia de ellos se puede observar a los intocables, los parias, los "doms". Ellos son los encargados de pesar la madera que se va a quemar en las piras funerarias, y que va a servir para reducir a cenizas los cadáveres de aquellos que consiguen realizar dicho sueño. Se trata de una labor que pasa de padres a hijos y, aunque el sistema de castas fue abolido por el gobierno indio hace ya algunos años, las costumbres precisan de mucho más tiempo para cambiar.

Las piras funerarias están compuestas de hasta cuatro tipos de maderas, la más cara la de sándalo, y según lo que quiera o pueda pagar la familia del difunto así se utilizará uno u otro tipo. Los doms son los encargados de pesar la madera y de calcular la cantidad necesaria para que el cadáver se consuma por completo en el fuego. La duración de estas cremaciones puede variar de dos a cinco horas aproximadamente. Las mujeres son
quemadas con mortaja de color rojo. Los hombres con mortaja de color blanco. Una vez construida la pira y colocado el cadáver, se inicia la cremación. Este rito exige que el hijo del difunto dé varias vueltas alrededor de la pira, al final de las cuales, con un golpe seco de su bastón, parta la cabeza a su progenitor, para así permitir la salida de su espíritu del cuerpo. Tras ello, el hijo enciende la pira funeraria y espera pacientemente hasta que todo el material, madera y cadáver, se consuma. Después recogerá las cenizas y las esparcirá en el río. Todo muy poético. Muy espiritual. Salvo por unos cuantos detalles.

La tradición marca que la viuda del difunto tiene únicamente tres posibilidades:
1.- Quedar recluida en una casa de oración.
2.- Casarse con el hermano del difunto.
3.- Arrojarse a la pira y morir quemada con su "amado".
Para las personas seguidoras de novelas románticas les he de recordar que estamos en un país donde las bodas son concertadas, y donde un viejo de sesenta años se puede casar con una niña de seis. Si el hombre muere en menos de diez años, la niña tiene ante sí un futuro incierto, por ser generosos en el término. Los ingleses abolieron la práctica de la incineración de las viudas en la pira del marido a finales del s. XIX. Pero, sin embargo, una cineasta hindú durante los años ochenta del pasado siglo se vió perseguida por querer contar una de estas historias en una de sus películas, lo cual hace sospechar que, al menos la mentalidad, que no es poco, se mantiene.


Otro detalle. Caminando por las calles de Varanasi puedes encontrarte con unas casas bajas, de una única planta, sin ventanas. Si uno penetra en su interior, la primera sensación que le llega es el olor a rancio, a podredumbre, a miseria. Conforme se van adaptando los ojos a la oscuridad se comienza a apreciar unas figuras, que en número de veinte o treinta, poco a poco se van convirtiendo en seres humanos. Cuerpos en espera de la muerte. Hindúes, pobres, que han venido a Benarés con una última esperanza: que alguien se apiade de ellos y pague el dinero suficiente para ser cremados en una pira. Viven en la calle y son recogidos en estas casas, fuera de la vista de extraños, de extranjeros y de turistas. Se les recluye en estos habitáculos y no se les proporciona nada. Ni comida, ni agua, ni higiene. Si no llega antes de la muerte un alma caritativa que pague la pira funeraria, se cogerá su cadáver y se le echará al río, donde flotará a lo largo del Ganges hasta llegar a la orilla opuesta, donde los buitres y los perros darán buena cuenta del difunto, dejando los huesos al aire y al albur de los elementos, que primero los blanquearán y después los pulverizarán, constituyendo la playa blanca de la orilla derecha del Ganges, frente a la ciudad de Benarés. Todo muy poético. Muy espiritual.

Un último detalle. El agua del Ganges es sagrada para el hindú. El hindú, ya sea hombre o
mujer, que se baña en sus aguas consigue la purificación de su alma, la limpieza de sus pecados. Por ello, junto a las piras funerarias, junto a las cenizas o junto a los cadáveres flotando en el agua, se observa en el Ganges a la gente realizando sus abluciones. Las mujeres se introducen con el sari. Los hombres con el taparrabos. Todos seguros de la purificación de su alma. Sin embargo, junto a la limpieza de sus pecados, por desgracia, consiguen la contaminación de sus cuerpos. Y no por la suciedad que pudiera provenir de los cadáveres en putrefacción, o de las cenizas de las cremaciones. La auténtica muerte del Ganges, la auténtica razón de que sus aguas no posean ni una sola molécula de oxígeno se encuentra aguas arriba. Aguas arriba, hay varias ciudades cuyas industrias vierten todos sus desechos al río. Miles de litros de pintura, toneladas de sustancias plásticas son lanzadas diariamente al río Ganges convirtiéndolo en un auténtico vertedero. De hecho se ha calculado un aumento de cáncer de páncreas de hasta 50.000 casos cuyo responsable directo es la contaminación del río.

Limpieza del Ganges (New YorkTimes, 15/05/2014)

El gobierno indio ha querido tomar cartas en el asunto. Tiene previsto desarrollar un plan estratégico para la limpieza y recuperación del río Ganges. Para intentar que dentro de unos años, la limpieza y purificación espiritual que experimenta el fiel hindú que acude a bañarse en sus aguas vaya acompañada de una agradable sensación de limpieza de toda su piel y de todo su cuerpo. ¡Ojalá! ¡Así sea! Desde aquí hacemos votos porque ello ocurra más pronto que tarde, y que el fiel hindú pueda realmente disfrutar de su río sagrado.

No me resisto a despedirme con el saludo hindú cuyo significado es:

"Honro el lugar dentro de tí donde el universo entero reside,
honro el lugar dentro de tí de amor y luz, de verdad y paz,
honro ese lugar de tu interior donde, 
cuando tú estás en ese mundo tuyo y en este mío,
somos todo uno."

Un significado muy intenso en un saludo muy pequeño:

NAMASTÉ.