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viernes, 30 de diciembre de 2016

LCP Cap. 48: LA ADOPCIÓN MAASAI

Maasais del poblado de Selenkay, en Kenia. (Cortesía theplanetD)

Por fin llegó el día en que se iba a celebrar la ceremonia de adopción de Makutele por parte de Obago. Ikoneti, con toda su familia, sus mujeres, sus hijos, y todas las personas pertenecientes a su clan que se hallaban en la zona se dirigieron hacia el enkang de Obago. No siempre se realizaba una adopción y para muchos sería la única vez en su vida que presenciaran la ceremonia de adopción, por parte de un laibón, de un muchacho del poblado.

El grupo de Ikoneti llegó por la mañana temprano donde se encontraba Obago. Éste le recibió en las puertas de su enkang, junto a toda su familia. Tras los saludos respectivos, Obago acompañó a Ikoneti y a Makutule al interior de su choza. Cuando entraron en ella, la disposición de los distintos utensilios que utilizaba Obago para su labor diaria no había variado lo más mínimo. Obago se dirigió hacia un extremo de la choza y cogió un collar de cuentas azules, similar al que él llevaba colgado en su cuello. También cogió un cuerno de gerenuk, o antílope jirafa, y se dirigió a Makutule, Se colocó frente a él, en medio de la choza y le dijo:

-¡Makutule! Con este collar comienzas a ser miembro de la familia Obago. El collar de cuentas azules sólo lo porta la familia Obago. Y con el cuerno del gerenuk, que posee ntasim (magia) profundizas en la pertenencia a nuestra familia. Sólo los miembros más cercanos de la familia Obago lo poseen.

Obago le colocó el collar alrededor del cuello y dijo:

-Con este gesto te adopto como hijo.

Makutule estaba paralizado por la emoción. A pesar de saber lo que significaba el ritual, o quizá justamente por eso, no era capaz de mover un solo músculo. Simplemente atendía a todo aquello que ocurría a su alrededor.

Obago pasó a describirle como debía usar el ntasim -la magia- que le estaba entregando:

Gerenuk o Antílope Jirafa
Cuernos de Gerenuk
-Debes aprender a usar el cuerno de gerenuk, no sólo a llevarlo encima. Debes dejarlo que "vea" por tí. Si algo malo como un enemigo se aproxima, debes sostener el cuerno hacia el atacante, o soplar sobre él en la dirección del enemigo. Si hay un peligro en el suelo, como puede ser una serpiente, debes quitarte el collar y pasártelo alrededor de las piernas por dos veces. Si quieres algo de un hombre, apunta a su espalda con el cuerno sin que él te vea, y entonces pídele lo que quieras. Con este cuerno, ningún hechicero te dañará, ni siquiera el Wakamba, que es el más fuerte de los hechiceros.

Al llegar a este punto, Obago hizo una pausa. Miró al que iba a ser su hijo a partir de esa mañana y le preguntó:

-¿Sabes lo que hay en el interior del cuerno?

Makutule sacudió la cabeza en señal de negación. Estaba tan asombrado con todo lo que le estaba contando Obago, que ni siquiera acertaba a pensar alguna de sus curiosas preguntas. Obago prosiguió:

-En su interior hay una muy poderosa ntasim -magia-. Está formada por dos cosas. Una bola de pelo encontrada en el interior del estómago de un león. Y el hueso molido de la cabeza de una cobra. A lo que he sumado las raíces de dos arbustos para mi ntasim de sanación. -Obago aumentó la seriedad en su mirada- Esta ntasim no debe ser usada frívolamente, pero tampoco tienes porque esconderla. Todo el mundo reconocerá por el collar y por el cuerno que tú eres un Obago.

Con ello acababa la parte íntima de la ceremonia. Salieron de la choza, y tras recibir los vítores de la gente que se había reunido comenzaron los cánticos y los bailes.


Por la tarde, Makutele recibió el aviso de que Obago le esperaba en la Manyatta. Fue acompañado a la misma por un hijo de Obago, el que le había venido a avisar, Nyange. En el trayecto le preguntó:

-¿Para qué me quiere Obago?

-Falta la última parte de la ceremonia. -contestó Nyange.

-Yo creí que la ceremonia ya se había hecho esta mañana.

-La de adoptarte sí. Ahora falta presentarte al resto de la comunidad.

-¿Al resto? -preguntó Makutele sorprendido.

-No te preocupes. Ya lo verás. -le tranquilizó Nyange.

Cuando llegaron a la manyatta y entraron, Makutele vio a Obago sentado en su taburete, que era redondo y bajo. Estaba a la izquierda de la puerta de entrada. Ocho ancianos estaban sentados en círculo alrededor de él. Nyange se sentó a la derecha de Obago. Todos habían estado bebiendo y Obago tenía una gran calabaza que contenía naisho (hidromiel) y sus ojos estaban inyectados por haber disfrutado varias veces de dicha ambrosía. Con la lengua algo estropajosa, invitó a Makutule a sentarse a su izquierda, tirando de él de forma afectuosa y pasándole la calabaza que contenía el naisho. Makutule bebió un sorbo, más por no despreciar el ofrecimiento de su nuevo padre que porque realmente tuviera algún tipo de atracción hacia el brebaje.

Obago se dirigió a los ancianos y dijo:

-Hace muchos años yo vi que esto ocurriría. Vi que un niño soñaría con el futuro. ¡Yo lo soñé! Yo vi, además, paz para esta manyatta. ¿Soy o no soy Obago? Y ahora este niño está aquí. -afirmó rodeando con su brazo derecho a Makutule- Y no habrá daño para la manyatta.

Obago se inclinó hacia Makutule, acercó el collar y el cuerno de gerenuk a su boca y los escupió para bendecirlos. Después le hizo a Makutule una seña que éste no entendió muy bien. Nyange salió a su rescate, susurrándole:

-Quiere que hagas tú la misma acción.

Cogió el collar y el cuerno de Obago y escupió sobre ellos.

-¡Bien! -exclamó Obago, poniéndose en pie.

Al mismo tiempo, se pusieron en pie todos los que estaban en el interior de la manyatta, y salieron afuera. Había una gran multitud de Maasai que se había ido agrupando poco a poco en el exterior mientras había durado la ceremonia dentro del recinto. Obago se dirigió a ellos:

-¡De ahora en adelante Makutule es mi hijo! ¡Y todo el mundo en el lugar sabe que lo es! Y eres, Makutule, del clan Lukumai. Cuando Makutule vino, ninguno le conocía, ni sabía de donde era. Ahora yo le conozco y vosotros le conocéis. Le llamé aquí porque sé que es mi hijo. Soy yo quién lo traje. Ha cogido mi calabaza para beber naisho, luego no bebe solo. Por tanto, es mi hijo, ¿es verdad? -preguntó, dirigiéndose a los ancianos que habían estado dentro de la manyatta con él.

-¡Es verdad! -respondieron éstos al unísono.

-Y no quiero que él lo olvide o que yo me olvide de ello. Este es mi nkidong. Mi nkidong bendice por todas partes, hijos y ganado, ahora y dondequiera que sea.

Makutele estaba algo avergonzado de ser el centro de la atención. No sabía cómo tenía que comportarse, si tenía que decir algo o callar. Nuevamente fue Nyange quién vino en su auxilio.

-Tranquilo, ya estamos acabando. Tú solo siéntate y mira.

Así lo hizo Makutule. Obago comenzó a usar su calabaza nkidong, escupiendo en su interior y agitándola, para después lanzar las piedras que había en su interior y de esa forma predecir el futuro. Hizo muchas predicciones a lo largo de esa tarde, unas buenas y otras no tanto. Al final, la asamblea de ancianos terminó al atardecer con sus bendiciones y un coro sincopado de "Ngai, Ngai" (Dios, Dios), al que Makutule terminó uniéndose.

Y así acabó la ceremonia de adopción.


Queridos amigos de LA CULTURA DE LOS PUEBLOS. Hemos asistido a uno de los ritos más tradicionales y raros en el pueblo Maasai. Ésto es así porque las adopciones dentro del pueblo Maasai, aunque son frecuentes entre miembros del mismo clan, son muy raras entre miembros de distintos clanes. Y si la adopción es llevada a cabo por un laibón, es excepcional que el individuo adoptado no pertenezca a su misma familia o su misma estirpe, dentro de los distintos grupos en que se divide la sociedad Maasai. Por eso, este episodio debía ser tan largo y detallado.

Y con este episodio rematamos el 2016. Pero las aventuras de Makutule, de su hermano Lengwesi, de Obago, de Ikoneti y de todos los demás miembros Maasai que iremos conociendo, seguirán acompañándonos en el próximo 2017. Hasta entonces, deseando que la entrada en el Nuevo Año sea favorable a todos vosotros, me despido cordialmente.

Nos vemos en la red.


domingo, 16 de octubre de 2016

LCP Cap. 39: EL LAIBÓN MAASAI. MUCHO MÁS QUE UN HECHICERO.

Calabaza en la que los Maasai recogen la sangre y la leche de las vacas, para su mezcla y su consumo.

Una vez que había obtenido la cantidad de sangre del buey que el laibón le había pedido, Ikoneti llamó a sus hijos.

-¡Lengwesi, Makutule! ¡Venid aquí!

Inmediatamente los dos niños dejaron la compañía de Mwampaka y corrieron hacia donde estaba su padre.

-Venid conmigo. Vamos a visitar al laibón.

Los niños se pusieron muy contentos. Iban a conocer a una de las principales figuras del poblado Masai. El Laibón es la principal autoridad religiosa, experto en rituales y proveedor de encantos y medicinas, además de consejero espiritual. Pero, sobre todo profeta, "veedor" tal como les gusta llamarse, del más allá; de aquello que va a suceder. Y, basándose en esas profecías, puede ayudar a su gente.

Laibón Maasai. 
También se ocupa de asesorar sobre la oportunidad de entrar en guerra contra las tribus vecinas, fabricar medicinas para proteger a los guerreros de las armas enemigas, autorizar las ceremonias de circuncisión y las correspondientes a los grupos de edad así como realizar los ritos de fertilidad, tanto para las personas como para atraer las lluvias. Ikoneti recordaba cómo, hacía varias generaciones, hubo un laibón que predijo la llegada de los europeos, la llegada del hombre blanco.

Ikoneti se dirigió junto con sus hijos hacia un enkang cercano. Los dos niños no habían estado nunca allí. A la entrada del enkang se encontraron con un hombre anciano, con el cabello cano, muy corto, sentado a la puerta de una de las chozas del mismo. Estaba atendiendo a una mujer Maasai. Esta, por lo que pudieron oír los niños, estaba consultando al anciano por problemas de fertilidad. No conseguía quedarse embarazada.

La mujer no lograba traer descendencia después de la boda, y ello le estaba causando problemas. No se le asignaban cabezas de ganado y estaba siendo relegada a un último lugar en el enkang de su marido. El anciano la estaba escuchando atentamente. Le hizo una serie de preguntas en idioma Maa, que es el idioma propio de los Maasai. Después del pequeño interrogatorio, extendió una piel de cabra entre ambos y cogió un cuerno de buey hueco, tapado en su base por un trozo de cuero y comenzó a agitarlo vigorosamente. Paró un momento y pidió a la mujer que escupiera en su interior. Ésta lo hizo tal como le pidió el laibón.

Ikoneti pudo observar que la mujer se había puesto sus mejores galas. Lucía grandes collares de cuentas colocados uno tras otro. Los brazos y los tobillos se encontraban ceñidos con gruesos filamentos de cobre a modo de pulseras. Enormes pendientes colgaban de los lóbulos de sus orejas, que aún no se habían alargado lo suficiente. Y su cabeza mostraba un color ocre, fruto de la mezcla de ese mineral con sebo de vaca, que había usado la mujer para resaltar su afeitado. Todo estaba previsto para causar la mejor impresión al laibón.
Mujer Maasai, luciendo sus collares, con profusión de cuentas, y los pendientes que provocan enormes dilataciones del lóbulo de la oreja.

El laibón volvió a agitar el cuerno de buey durante un momento y dejó caer su contenido. Una riada de piedras redondeadas de distintos tamaños y colores, claras, grises, oscuras, se esparcieron por la piel de cabra que se encontraba entre la mujer y el anciano. Éste miró fijamente la imagen que habían formado las piedras y, acto seguido, miró a la mujer. Sonrió.

-Tengo la solución para tus problemas. -le dijo.

A partir de ahí le fue detallando lo que debía hacer para volverse fértil. En ese momento, apareció un muchacho que le traía en un cuenco unas ramas y unas raíces. Machacó ramas y raíces en un mortero hasta que se transformaron en un polvo fino. Se lo dio a la mujer para su consumo, mezclándolo bien con líquido, bien con alimento. La mujer se marchó agradecida.
Panorámica del cráter del Ngorongoro en época de lluvias.

viernes, 22 de julio de 2016

LCP XXVIII: EL VESTIDO DEL PUEBLO HAMER

Mercado de la etnia Hamer en el valle del río Omo

Queridos amigos de La Cultura de los Pueblos: nos hallamos en medio del pueblo Hamer, en uno de sus variopintos mercados, y una de las cosas que más nos llamaban la atención eran los vestidos de las vendedoras. Y ahí es donde nos habíamos quedado en la entrada pasada.
Muchacha Hamer vestida para una celebración

Y ahí es dónde empezamos hoy. Sin más nos introducimos, como si fuéramos vulgares "paparazzis", en el mundo de la "moda" Hamer. Porque los vestidos y los adornos de las mujeres Hamer son de los más elaborados de toda la zona del río Omo. Las faldas suelen ser de piel de cabra adornados con perlas de vidrio, presentando en su parte delantera un reborde de aros o piezas metálicas, y con una pieza en forma triangular, con el pico hacia arriba. Además pueden presentar cintas recubiertas de conchas de caurí.

Muchacha luciendo el "bala"

Las muchachas jóvenes, aún no casadas, lucen las llamadas "bala". Este adorno se trata de una cinta en la cabeza que soporta una fina placa metálica ovalada que sobresale ligeramente, y que se encuentra inclinada sobre su frente.

Mujer Hamer con la gargantilla que denota su estatus de
mujer casada

Las mujeres casadas suelen lucir una tercera gargantilla en el cuello de cuero, con unas abrazaderas metálicas, de las que surge una protuberancia en la parte delantera y que denota su estado civil.


Ya sean casadas o solteras, todas ellas pueden lucir collares de semillas y perlas de vidrio, con los que también pueden realizar adornos en forma de pendientes para colgarlos en los lóbulos de las orejas. Los aros metálicos en brazos y piernas son otro de los adornos de los que gustan las mujeres Hamer. De hecho, el número y belleza de los mismos puede llegar a indicar la importancia de la mujer dentro del grupo social. 


Los cabellos se los untan con grasa junto a un colorante ocre rojizo. Y aquí volvemos a encontrar diferencias entre las mujeres solteras y las casadas. Las solteras suelen apelmazar el pelo en borlas, mientras las casadas suelen trenzarlo en multitud de cordones que por delante cubren la frente y por detrás y los lados llegan hasta tocar los hombros y la espalda.
El tocado de este hombre Hamer indica
que ha conseguido matar a una fiera
En los hombres, la decoración es más sencilla. Las escarificaciones son menores, las vestimentas son más simples, sólo los peinados son algo más complicados, pues son los que sirven para diferenciar el estatus de cada uno según el sistema de edad que rige entre los Hamer.

Como podemos ver, el pueblo Hamer, sobre todo la mujer, sabe disfrutar del concepto de "moda". ¿Y el resto de su vida?

La seguiremos viendo, pero será en una próxima entrada. Mientras tanto, queridos amigos, nos vemos en la red.