miércoles, 26 de abril de 2017

LCP Cap. 58: LA INCURSIÓN MILITAR MAASAI


Había una actividad frenética en la manyatta. Se habían reunido los morani de toda la zona que cubría Obago. Éste, junto con Kanyi y el consejero maasai, estaban terminando de planificar el ataque a la aldea wacamba y el robo de ganado de la misma. Los exploradores que habían enviado traían malas noticias. Los wacambas estaban alerta. Tenían vigías alrededor de la aldea y veían las chozas iluminadas más de lo habitual, con más movimiento de gente entre ellas de lo que era normal.

-Nos esperan. -dijo el consejero.

-Habrá que pensar en usar el sigilo y... -Obago fue cortado en su razonamiento por Kanyi.

-O lanzar un ataque directo y aplastante.

Estuvieron discutiendo así un buen rato hasta que por fin se pusieron de acuerdo. Lo principal era neutralizar a los wacambas que estaban de guardia, e inmediatamente lanzar el ataque. Mientras se desarrollara la batalla, los morani especializados en conducir el ganado fuera de la boma del enemigo, lo sacarían y se lo llevarían hacia su terreno. Una vez que decidieron así el plan de ataque, se lo transmitieron a los morani que estaban allí congregados.


Los morani que se habían preparado como fuerzas de choque se habían pintado con tiza blanca, tinte ocre o pintura negra, tanto el cuerpo como la cara; se adornaban unos con plumas de avestruz, otros con la melena de león; y portaban sus armas, la lanza, la espada corta o machete, y el escudo ovalado de cuero. Se agruparon todos y a una señal de Kanyi se dirigieron a la aldea wacamba. Obago quedó en la retaguardia con algunos otros maasai.

Estos maasai eran considerados como los cirujanos. Habían estudiado anatomía en el ganado, los huesos, los músculos, los tejidos. Llegaban a dominar técnicas como la amputación de miembros y la sutura de heridas mediante nervios de vaca, obteniendo resultados muy favorables tanto para la curación de la herida como para la funcionalidad del miembro.

El grupo guerrero llegó dónde se encontraba la aldea wacamba. Esperaron silenciosos, agazapados, confundidos entre los arbustos. Fueron los exploradores. los que antes habían reconocido la zona, los que se ocuparon de los vigías. Sólo que uno de ellos acertó a lanzar un gemido lo suficientemente fuerte como para alertar al resto de los hombres de la aldea.


En ese momento se desencadenó la tormenta humana. Un estruendoso vendaval de gritos, carreras, armas brillantes, se abatió sobre la aldea. A este ataque los wacambas reaccionaron con palos, flechas y espadas y la batalla se fue haciendo más y más cruenta. Kanyi intentó que los morani rodearan el ganado para facilitar la labor de los pastores, pero los wacambas presentaron una defensa encarnizada, no permitiendo dicha acción. La lucha se prolongó durante algún tiempo, sin avances en uno u otro sentido. Al darse cuenta de ello, Kanyi ordenó la retirada, con una parte del ganado, aquel que podían llevar con ellos, dejando atrás otra parte, en manos de sus legítimos dueños, los wacambas, los cuales lo habían defendido tan valientemente.

El grupo de morani se retiró, dejando atrás a varios muertos, y llevando entre sus filas a varios heridos. Y sin haber obtenido toda la cantidad de ganado que pretendían. Al menos conducían un rebaño lo suficientemente importante como para poder cumplir con las familias de los muertos en combate, a quienes correspondía una parte del botín; con el laibón, a quién correspondía otra parte; y así sucesivamente.

Cuando llegaron a la manyatta, enseguida se distribuyó a los heridos y tanto el laibón como los cirujanos se pusieron a realizar su labor. Las heridas se cosían, se valoraba si era necesaria alguna amputación, cuando, de pronto, llamaron al laibón:

-¡Por favor! ¡Creo que necesita amputar! ¿Querría confirmármelo, laibón? -era uno de los cirujanos más experimentados.

Obago fue de inmediato. Vio la herida. El corte llegaba al hueso y seccionaba varios de los vasos principales. El morani se estaba desangrando. Se podía considerar un milagro que estuviera vivo.

-¡Corta! -fue la orden taxativa que dio Obago.

El cirujano procedió de inmediato al proceso de amputación, con el que intentaría parar la hemorragia que estaba sufriendo el morani y de esa forma salvarle la vida.

Obago, por su parte, dirigió su vista al morani para decirle lo que iban a hacer y darle palabras de alivio, pero al verlo, un escalofrío recorrió todo su cuerpo. Aquel morani era Mwampaka, el hijo de Ikoneti.


martes, 18 de abril de 2017

LCP Cap. 57: LA PREPARACIÓN DE UNA INCURSIÓN MAASAI

Mi última entrada en este blog es del 26 de marzo. Hace casi un mes. He estado muy atareado. La labor de promoción de mi novela, PERTURBACIÓN, de dar a conocer la misma por los distintos ambientes en los que me muevo, incluidas las redes sociales, ha hecho que el paréntesis que se ha producido en este blog haya sido muy superior al que yo había deseado en un primer momento. De hecho, incluso otra serie de labores de tipo intelectual que debían haber sido realizadas han quedado suspendidas por la ardua, sistemática y cansina tarea de promoción de la novela.

Ahora espero haberme descargado un poco de todo ello. Las fechas de las presentaciones de mi novela están ya cerradas, casi por completo (22 de abril, Toledo; 29, Fuenlabrada; 5 de mayo, Ciempozuelos; y 13 de Mayo, nuevamente en Madrid). Por lo tanto, la labor de marketing está ya realizada y tan sólo queda acudir a las mismas. O al menos, así creo yo.

Me queda, no obstante, escribir una entrada en que os muestre unos ejemplos de las distintas reseñas que me han ido llegando de la novela, de las distintas opiniones que los lectores han ido vertiendo en los distintos medios, para que aquellos que no estén aún animados, os dé el pequeño empujón necesario para comprarla. Eso quizá será en la próxima entrada.

Hoy vamos a recuperar nuestra aventura indígena. Hoy vamos a continuar con LA CULTURA DE LOS PUEBLOS. Seguimos intentando conocer la cultura Maasai. Tal como nos hemos propuesto, la queremos conocer a través de la mirada de dos niños que se están haciendo adultos, Lengwesi y Makutule. Dos niños, nacidos en un Enkang, en un poblado masai, y que van a vivir las distintas etapas de infancia, juventud y madurez tradicionales de su etnia.


Con otros pueblos la mirada ha sido más o menos científica. Aquí la hemos querido hacer más literaria, más cercana. No sé si se habrá conseguido. Como suelo decir. Estoy en vuestras manos, vosotros sois los que decidís si se ha logrado o no. Y sin más preámbulos, pasemos al siguiente capítulo de LA CULTURA DE LOS PUEBLOS.


Obago recibió la visita de Ikoneti en su choza.

-Aquí me tienes, Laibón. -la relación entre ambos seguía igual de respetuosa y distanciada que antes de la adopción de Makutule- ¿Para qué me querías?

-Hemos perdido algunas cabezas de ganado por enfermedad. He consultado con Ngai y en sueños he recibido la respuesta. -Ikoneti escuchaba atentamente. Obago prosiguió- Estoy reuniendo a los morani para hacer una incursión en los rebaños de los wakamba vecinos y obtener de ellos el ganado que necesitamos.

Foto de http://www.conserventures.org

Los Maasai se sienten con el derecho de apropiarse del ganado de otras tribus vecinas porque, según su religión, Ngai, su Dios le concedió a su pueblo todo el ganado de la tierra para el cuidado del mismo. De forma regular, organizaban expediciones para robarlo a los pueblos vecinos. Estas expediciones las realizaban los morani, aunque eran planificadas por un comandante y un consejero. Ikoneti, sin embargo, no se hallaba muy de acuerdo con ellos. El hombre blanco había alcanzado sus posesiones hacía más de cincuenta años y cada vez sometía a más presión sobre el pueblo Maasai y sus costumbres.

-¿Crees que es adecuado? -preguntó.

Obago levantó la vista del recipiente en el que estaba moliendo unas hierbas y la fijó en el hombre que tenía frente a él.

-¿Por qué preguntas eso?

-El hombre blanco está cerca. Tiene armas más poderosas que las nuestras. Viene para quedarse. Cualquier altercado de este tipo es una excusa para él para penetrar en nuestras tierras e imponer su modo de vida. Deberíamos andar con mucho cuidado y procurar llamar lo mínimo la atención.

-¿Estás diciendo que nos refugiemos en las manyattas como cobardes? -preguntó Obago molesto.

-Estoy hablando de actuar con inteligencia. Su poder es muy fuerte.

-¿Más que el Maasai? ¿Más que el del hombre que mata al león con una lanza? -esta vez Obago estaba enfadado.

-No te enfades, laibón. -Ikoneti se dirigió a Obago por su título en señal de respeto- No hablo de valor. Un Maasai siempre valdrá más que cualquier hombre blanco. Hablo de qué si algún día se produjera un enfrentamiento entre el pueblo Maasai y el hombre blanco, este choque se produzca lo más tarde en el tiempo que sea posible.

Tal como dice el mapa: "Rutas de guerra conocidas de los Maasai por Gregory en 1895. Los Maasai también realizaban incursiones regularmente al sur y al oeste." Foto de agrabbagofgames.wordpress.com

Obago reflexionó. Ikoneti tenía razón. Pero la incursión actual no se podía parar.

-Tendré en cuenta tu punto de vista. Pero la expedición actual ya no es posible detenerla. Hay ya un grupo de morani aislados en el bosque alimentándose de carne y sopa, bebiendo sangre de acacia y privándose de compañía femenina, tal y como debe hacerse previo al enfrentamiento. Me faltan tus guerreros y los de Olumoto.

-¿Quién dirigirá la expedición? -preguntó Ikoneti.

-Kanyi.

Kanyi era uno de los grandes comandantes del pueblo Maasai. Desde que eran moranis, la rivalidad había surgido entre Ikoneti y él. Primero de forma larvada y después, al ir creciendo poco a poco, terminó estallando en un enfrentamiento al final de una de estas incursiones. Si no hubiera sido por la intervención de Obago la situación habría acabado en un baño de sangre. Desde entonces Ikoneti se había dedicado al ganado, a hacer crecer su riqueza y a sus hijos, y despreciaba, de forma cada vez más intensa, la actitud violenta de su compañero Kanyi, pues los dos pertenecían al mismo sistema de edad, a la misma generación. Y los dos estaban condenados a encontrarse y a enfrentarse.

Obago captó de inmediato el gesto de disgusto que se formó en el rostro de Ikoneti.

-No te preocupes. En mis sueños he visto que todo saldrá bien.

-Será la primera incursión para Mwampaka.

El hijo de Ikoneti, que había guiado a Makutule y Lengwesi en sus primeros días como pastores, ya había pasado el emorata, el rito de la circuncisión, y ya se había convertido en un guerrero morani, tal como deseaba desde tiempo atrás.

-Saldrá bien parado. -le dijo Obago sonriendo, procurando transmitirle tranquilidad- Si no hubiera visto el éxito de la expedición, no la habría aconsejado.

Ikoneti asintió con la cabeza.

-Te enviaré a mis morani. Y no tendrás queja de ellos en la lucha.

-Lo sé, Ikoneti. Lo sé.

Combate Maasai. Foto de http://www.bush-adventures.com